VICENTE RAMOS Y LA POESÍA.
Consuelo Jiménez de Cisneros
Sala Miguel Hernández de la Sede de la Universidad
Seminario dedicado a Vicente Ramos
21 de marzo de 2019
El interés de Vicente Ramos por
la poesía data de su juventud y se evidencia en primer lugar, por su relación
de amistad y colaboración con otros poetas alicantinos, como Rafael Azuar,
Vicente Mojica y singularmente Manuel Molina, con quien compartió quehaceres en
la Biblioteca Gabriel Miró que él dirigía al nombrarlo Secretario de la misma.
Además, Vicente Ramos fue parte activa y fundamental de iniciativas poéticas
tales como la revista Arte Joven
(1940), primera publicación literaria de la posguerra, que tuvo una vida
efímera: un solo número que queda para la Historia. En los siguientes años,
siempre dentro de la década de los 40, Vicente Ramos contribuyó en otras
publicaciones y colecciones de poesía como Verbo
(1946) y la colección Leila.
En esta intervención voy a
mostrar la relación de Vicente Ramos con otros poetas de Alicante y de fuera de
Alicante, incluso extranjeros, y voy a hacer un recorrido por su poesía a
través de los poemarios que publicó, que reflejan perfectamente su sensibilidad
literaria y constituyen un autorretrato lírico ejemplar.
VICENTE RAMOS Y LA JUVENTUD
POÉTICA ALICANTINA
Vicente Ramos mantuvo siempre un
gran interés por otros poetas alicantinos, tanto por los ya consagrados, a los
que dedicó muchas páginas en su labor de investigador de la literatura
alicantina, de modo especial el caso insigne de Miguel Hernández, como por los
entonces jóvenes que se iniciaban en la poesía, a quienes alentó con su opinión
y apoyo. Entre ellos puedo citar al Dr. Mas Magro, que ha
reconocido el magisterio literario de Vicente Ramos en su último libro, Glosa de lo cotidiano (2018).
En la década de los setenta,
Vicente Ramos, que era Director de la Biblioteca Gabriel Miró, prestó un aula
de la misma para las reuniones de los poetas jóvenes bajo la égida de Manuel
Molina, como ya he citado en otra ocasión. Yo misma asistí a algunas de
aquellas reuniones.
En lo que a mí se refiere,
Vicente Ramos fue una de las primeras personas que alentó mis inquietudes
literarias, abriéndome la posibilidad de publicar en “Idealidad”, “Canfali” y
en otras revistas de la época pequeños artículos, relatos y poemas cuando yo
era una joven estudiante. En 1975 Vicente Ramos presentó en el Salón de Actos
de la Caja de Ahorros Provincial mi libro de poesía “A lo largo del camino”
prologado por Rafael Azuar; y un par de años más tarde prologó mi siguiente
libro de poesía, “Con las manos alzadas”, editado por la Caja de Ahorros de
Alicante en su colección de Temas y autores alicantinos.
VICENTE RAMOS Y OTROS POETAS
Un capítulo imprescindible de la
relación de Vicente Ramos con la poesía es su relación con Miguel Hernández,
que se encuentra profusamente expuesta en la web de la Fundación Cultural
Miguel Hernández, y de la que nos habló ayer cumplidamente Aitor Larrabide, Director
de la Fundación Miguel Hernández de Orihuela. Solamente vamos a recordar que en
Verbo y en 1946, Vicente Ramos tuvo
la valentía de publicar poemas de Miguel Hernández, como “Vuelo”, con
autorización de su viudad, Josefina Manresa, que luego correspondería tan mal a
sus desvelos. En 1951 publicó en la colección Ifach, que dirigía, un libro de
versos de Miguel Hernández: Seis poemas
inéditos y nueve más. Esta obra tuvo problemas con la censura, los cuales
solventó Vicente Ramos gracias a su extraordinario conocimiento documental,
aportando un texto de Miguel Hernández en el que criticaba a la Unión
Soviética, lo que fue suficiente para que el censor, Luis Villó, entonces
responsable de Cultura, reculara en su prohibición del libro. Hay que insistir
en el valor que esto tiene si consideramos la época que era de plena posguerra
franquista.
No voy a extenderme demasiado en
este punto porque ya se trató cumplidamente en la mesa redonda de ayer. Solo
mencionar que hay testimonios gráficos y multitud de gestiones que dan fe de la
devoción de Vicente Ramos por Miguel Hernández, de su preocupación por ayudar a
su viuda e hijo y por conservar dignamente sus restos mortales en el cementerio
de Alicante, lo que logró mediante la colaboración económica de escritores amigos
(Celaya, Cela, Gerardo Diego, Buero Vallejo y otros) que contribuyeron para que
Hernández no saliera del nicho y fuera a parar a la fosa común. Finalmente,
cualquier estudioso del poeta oriolano sabe que el primer estudio fundamental y
exhaustivo sobre su vida y obra, con interesantísimas aportaciones de crítica
literaria, se debe a Vicente Ramos: hablamos de su libro Miguel Hernández, publicado por Gredos, trabajo que fue pensionado
en 1973 con una beca de la Fundación Juan March. Este libro fue seguido por
otro redactado en colaboración con Manuel Molina y titulado Miguel Hernandez en Alicante (CAPA,
1977), en el que se desmontaba con elegancia un error de la estudiosa que
firmaba como María de Gracia Ifach. En 1978 Vicente Ramos publicó un opúsculo titulado
El Dios primero de Miguel Hernández,
analizando la religiosidad del poeta oriolano.
El interés
de Ramos por la poesía se muestra también en su publicación Poetas suecos contemporáneos, prologada
por José María Pemán y publicada en la famosísima colección de poesía Adonais
de editorial Rialp. Este libro lo preparó a raíz de su estancia en Estocolmo
(Suecia) donde pasó un par de años (de 1957 a 1959) como profesor de Literatura
Española. En 1969 publica Salvador Rueda
y Alicante, sobre el gran poeta modernista español discípulo de Rubén
Darío, lo que demuestra lo amplio de su interés por poetas tanto
extranjeros como españoles, del pasado y de la actualidad.
VICENTE RAMOS Y TRINA MERCADER
Mención especial merece su
relación epistolar y literaria con la poetisa torrevejense Trina Mercader, de
la que este año se cumple también el centenario de su nacimiento, de manera que
ambos eran de la misma edad. En el archivo personal de Vicente Ramos que he
podido consultar en Guardamar con la colaboración de Otilia Maciá, he
encontrado un buen número de cartas cruzadas entre Vicente Ramos y Trina
Mercader, donde ésta agradece el apoyo que Ramos le presta para la difusión de
su poesía, apoyo que juzga esencial, y donde se evidencia la buena armonía
entre ambos. Hacían intercambio de las publicaciones poéticas que los dos
dirigían, Ramos en Alicante y Trina en Larache: en carta fechada en 1947, Trina
acusa recibo del número de verano de Verbo
y promete enviar dos números de Al
Motamid, su revista literaria bilingüe en español y en árabe. En otra carta
le adjunta un poema suyo para que lo publique Ramos en Verbo. También encontramos una carta donde Trina le pide a Ramos
que le envíe su poemario Voz derramada
y le anima a seguir cultivando la poesía. Vicente Ramos se lo mandó y Trina lo
calificó de “admirable”. En su correspondencia Trina no olvida enviar siempre
cariñosos saludos a Manolita, la esposa de Ramos, y a sus hijos.
En los fondos de lo que fue la
Biblioteca Gabriel Miró se conservan ejemplares de primera edición de los dos poemarios
más importantes de Trina Mercader (Tiempo
a salvo y Sonetos ascéticos) con
dedicatorias: una a Vicente Ramos y otra a la Biblioteca Gabriel Miró, que era
otra forma de dedicar el libro a Vicente Ramos, entonces Director de la misma.
POEMARIOS DE VICENTE RAMOS
La labor poética de Vicente Ramos
se concentra en su primera etapa de producción, desde 1943 hasta 1959, ya que
posteriormente se dedicará a la prosa, cultivando sobre todo el ensayo de
investigación, crítica y divulgación literaria. Voy a hacer una breve
presentación de cada uno de sus poemarios que, en su conjunto, nos dicen mucho
de la personalidad de Vicente Ramos, incidiendo en los aspectos más emotivos y
personales, como es lógico esperar tratándose de poesía. Pero hay que insistir
en que la poesía de Vicente Ramos es muy autobiográfica, es un autorretrato de
su alma, casi podríamos decir una etopeya (un retrato moral): la vida con sus
inquietudes vista desde la óptica de su percepción de poeta, sus afectos
familiares, las dolorosas pérdidas, el amor, la religiosidad, la angustia
existencial, el paisaje… Todo lo que conforma su mundo íntimo y también su
contexto exterior, que se refleja en las dedicatorias a los amigos. Su vasta
cultura y erudición aparece en las citas extraídas de otros poetas, de la
Biblia y de fuentes muy diversas, citas que no son adornos superfluos, sino que
tienen que ver con la esencia de los poemas a los que preceden.
u Pórtico
Auroral. Alicante, 1943
u Voz
derramada. Alicante, 1946
u Cántico
de la Creación y del Amor. Alicante, 1950
u Elegía
a Cristo. Alicante, 1951
u Honda
llamada. 1952
u Destino
de tu ausencia. Diputación de Valencia, 1957
u Elegías
de Guadalest. Premio Alicante de Poesía 1957, Alicante 1958
u Fábulas
de la mañana y el mar. Alicante, 1959.
Pórtico Auroral
Su primer libro de poesía, Pórtico aural (1943), lo dedica a su
novia, que ese mismo año sería su esposa, Manolita Moya. Son poemas en prosa y
el poeta tiene 24 años. Rafael Azuar le escribe un delicado Prefacio donde
dice: “libro es este breve, pero tallado en firme, rico de imágenes e ideas…”.
El poemario, precedido de la dedicatoria (que el poeta llama “Ofertorio”) más
un “Preludio” y una “Obertura”, tiene
dos partes: “En la hora vesperal” y “Cántico de amanecer”. Del último poema de
la primera parte extraigo estos versos en prosa:
Se marchita mi
jardín y el Sol no brilla tras la colina de mi Vida.
Señor, ¿por qué no
enciendes ya la Lámpara de mi Felicidad?
(El Tiempo huye…
huye hacia la Eternidad…)
Voz derramada
Su segundo libro de poesía, Voz derramada, aparece en 1946 y en
Alicante, en la imprenta Gráficas Gutenberg, que estaba entonces en Pintor
Cabrera 4. Parece ser una edición particular del autor. El libro está dedicado
“A mi esposa e hija (evidentemente su hijo no había nacido todavía), a mis
padres y a mi hermana”. Cabe señalar que su madre y su hermana habían fallecido
muchos años atrás, pero su memoria afectuosa permanecerá siempre en el autor.
Este libro es una especie de
recopilación de lo que podría denominarse micropoemarios, esto es, conjuntos de
variada extensión de poemas sobre diversas temáticas, unos en relación con el
mundo íntimo, familiar y amical del poeta, otros en torno a reflexiones que
preocupan ética y estéticamente al autor. El libro está escrito en prosa
poética, y, en mi opinión, bajo el influjo de la prosa poética de poetas
universales, desde Juan Ramón Jiménez a Rabindranath Tagore, que pusieron de
moda esta forma de escribir. Precisamente la primera parte del libro se abre
con una cita de Tagore: “El corazón no puede darse sino en lágrima o canción”.
Porque este libro, en efecto, es prosa poética; pero corresponde ubicarlo
dentro de la poesía ya que, más que prosa poética, se podría llamar poesía en
prosa. Incluso los títulos de las partes y de los capítulos tienen la sonoridad
del verso: “Primavera en otoño”, “A mi hija”, “Páginas de un cuaderno
sentimental”, “Las cuatro edades del hombre”, “Breve psalterio” y especialmente
“Variaciones”, que contiene los siguientes poemas en prosa: “El sueño de tus
besos”, “Sinfonía de la flor de almendro”, “Límites de la vida” y “Estampa de
mi pueblo”, que es el texto del que leeré unas líneas.
La generosidad y compañerismo de
Vicente Ramos se ponen de relieve en el apartado “Loas”, que dedica a
diferentes escritores alicantinos a los que muestra su admiración y afecto:
Miró (que aparece nombrado bajo su alter
ego Sigüenza), Figueras Pacheco, Azorín, Juan Sansano, Gabriel Sijé, Rafael
Azuar y Manuel Molina.
Leemos las primeras líneas del
capítulo titulado “Estampa de mi pueblo”, evocación de gran fuerza lírica y
plástica de Guardamar, su pueblo natal. (pp. 85-86)
Hay un quietismo de plata relumbrona y virgen en las calles. Silencio
espeso de años invade nuestra edad con sabor de lejana infancia. Mas no cuenta
el espacio y tiempo. Lo vemos siempre igual: dormido en el sopor de la
monotonía. El sol todo lo llena, agrietando las carnes torradas de los suelos.
Y el ardor se alza continuo y poderoso, envolviendo las casas, incendiando el
aire...
Cántico de la creación y del amor
Su tercer libro, Cántico de la creación
y del amor, aparece en 1950, editado en Alicante, en la colección Ifach
de Poesía (número 5) que él mismo coordinaba en aquel momento junto con Manuel
Molina. La ilustración de la portada es de Arcadio Blasco, demostrando la gran
vinculación que ha habido y sigue habiendo en Alicante entre escritores y
artistas plásticos. Abundando en lo mismo, podemos añadir que el libro va
ilustrado con un retrato a pluma del autor, original de Miguel Abad Miró,
reputado dibujante. El libro, una vez más, aparece dedicado a su esposa, que
fue su gran inspiración y compañera constante. Pero en su interior, las
distintas partes que lo componen, tituladas Cantos, van dedicadas a distintas
personas amigas del autor: el Canto Primero, a D. Fernando Puig Gil, que fuera
catedrático de Filosofía y poeta; el Canto Segundo, a D. Antonio Ramos
Carratalá, “un banquero con alma de poeta”, como dijo de él Camilo Josá Cela:
Ramos Carratalá fue el creador de la Caja de Ahorros del Sureste de España en
1940 y el impulsor de la Obra Social y Cultural de dicha entidad; el Canto
Tercero, según expresa literalmente, lo dedica el autor “A los Sres. D. Román
Bono (que fue alcalde de Alicante en los años 40 y miembro del Consejo de
Administración de la CAM, lo que explicaría su relación con Vicente Ramos) y D.
Luis Penalva”. Los tres Cantos van precedidos de citas bíblicas, a tono con la
temática religiosa del libro. El poemario prosigue con una parte llamada
“Poemas de Semana Santa”. Y concluye con un poema a modo de epílogo que llena
la última parte titulada “Fin y principio”. Esta última parte va dedicada al
poeta Jacinto López Gorge, alicantino afincado en Melilla, amigo de Trina
Mercader, mostrando que todos estos poetas se conocían entre ellos y se
apoyaban unos a otros.
De este libro he elegido para
leer unos versos del poema titulado “Viernes Santo” (pág. 93) con el que
veremos una muestra de su poesía religiosa. “Viernes Santo” forma parte de un
conjunto de cinco poemas en torno a los cinco días de la Semana Santa (del
lunes santo al viernes santo), recogidos bajo ese mismo título: “Poemas de
Semana Santa”. Esta parte está dedicada a sus amigos los poetas Santiago Moreno
y Manuel Molina y va precedida de una cita de Santiago Moreno, un precioso
endecasílabo: “Si Amor ha de morir, ¿qué me sostiene?”.
Oh, Cuerpo que a la
muerte llamaste
para matarla con el
dolor de tus heridas,
entre los hilos
abrasados de tu sangre
crucificada en un
mástil de Amor.
En tu Carne agotó
el tiempo
el hondo caudal de
la Agonía
vaciado en tu pecho,
como ánfora.
Honda llamada
En marzo de 1951, inaugurando la
colección Ciclamor de ediciones Ifach, aparece su Elegía a Cristo, en una edición no venal, para distribuir entre los
amigos. Esta elegía se vuelve a publicar en su siguiente poemario, Honda llamada, que concluye con una referencia
a la publicación previa de la Elegía en Ciclamor.
Honda llamada es un poemario publicado en 1952 y
en la ya mencionada colección Ifach de Poesía, que sigue al cuidado de Vicente
Ramos, Manuel Molina y otra persona más: Antonio Sanchís. Es el número 11 de la
colección, lo que da idea del éxito de la misma, ya que en solo dos años han
publicado seis poemarios, entre ellos de Manuel Molina, Jacinto López Gorge y
el especial de Miguel Hernández. En la misma colección publicaron poetas
relevantes tanto de Alicante, como de toda España: Julián Andúgar, Joan Valls,
Gabriel Celaya, Ramón de Garciasol, Celia Viñas… Honda llamada se abre con una cita de versos de Miguel Hernández en
un momento en que Miguel Hernández era un poeta proscrito. De ahí el mérito y
el atrevimiento de Vicente Ramos. Además, los versos que elige son bastante
significativos: pertenecen al poema “Vuelo”, escrito por Miguel Hernández en la
cárcel, poco antes de morir: “Hundiendo va este odio reinante todo / cuanto
quisiera remontarse directamente vivo. / El hombre yace. El cielo se eleva. El
aire muere”.
El libro combina la poesía
intimista y familiar, la existencial con algún atisbo de rebeldía (como veremos
en el poema “¿Libertad?” del que leeré unos versos) y la religiosa. Supongo que
esta mezcolanza permitiría al poeta unas libertades que la censura no se
atrevería a frenar, pues junto a la “Elegía a un poeta” (que evidentemente se
trata de Miguel Hernández, aunque aquí no aparece explícito su nombre) coloca
la “Elegía a Cristo”. Además yo diría que en este libro, más que en ningún otro
de sus poemarios, se ve la influencia del poeta de Orihuela (Miguel Hernández),
por el léxico, por la retórica, por la pasión e incluso por la forma de abordar
la angustia social y existencial común a casi todos los poetas. A esto cabe
añadir que el llamado “Trípico de la madre” va precedido de un verso de Miguel
Hernández, al que no cita por su nombre completo, sino solo por sus iniciales,
M.H. : “¡Qué olor a madreselva desgarrada y hendida!” Así pues, vemos que la
presencia de Miguel Hernández en este libro es una constante, tanto explícita
como implícita.
Pero hay otras referencias
interesantes. Querría destacar el poema “Letanía”, por su valor social, la
denuncia que hace sobre los niños hambrientos, un tema tópico hernandiano, y
también por el hecho de que aparezca dedicado a un artista, más en concreto, a
un cuadro de un artista: “Al pintor Manuel Baeza por su cuadro La Familia”.
Vemos una muestra más de la relación tan especial entre pintura y poesía que se
ha dado y se sigue dando en nuestra ciudad.
El poema “¿Libertad?” llama la
atención ya desde el título, porque la palabra “libertad” aparece entre signos
de interrogación. Hay ahí un subtexto bastante claro, como sucedió en tantas
otras obras escritas durante la época franquista que trataban de saltar la
censura como podían.
Hubo un tiempo…
pero no.
Tampoco amaneció
ese día soñado
que alguna tarde
nos ilumina el alma.
Se trata de una
palabra extraña,
de un raro fruto
que a veces llega al labio,
que, a veces, se
enreda en la mano,
para agitarla como
bandera, también extraña.
Estos tiempos son
malos, nos dicen.
Pero hubo un
tiempo… Pero, no,
decimos con llanto
por la garganta.
DISPO 10 Destino de tu ausencia
En 1956 Vicente Ramos obtiene el
Premio “Valencia” de Poesía por su poemario Destino de tu ausencia, que glosa la
memoria de su madre, a la que perdió siendo muy niño. Este poemario se publicó
un año después, en 1957, a cargo de la Institución Alfonso el Magnánimo de la
Diputación de Valencia. El libro se inspira en la experiencia que supuso para
él el traslado de los restos de su madre y su hermana, según nos recuerda el
periodista Luis Berasaluce en su biografía literaria sobre Vicente Ramos
titulada “Vicente Ramos: Alicante” (Alicante, ECU 2004). La manera de
sobrellevar ese dolor, siempre latente en el autor, de pérdidas familiares tan
íntimas, fue la escritura poética. El propio Vicente Ramos declara que esta es
su obra preferida, en la entrevista que le hace Fernando López de Rego en el
verano de 2009, con motivo de sus 90 años. Hay que pensar que han pasado más de
cincuenta años en los que Vicente Ramos, un verdadero polígrafo, ha publicado
muchos y variados libros, en apariencia más relevantes y difundidos. Sin
embargo, elige ese poemario de 1956 como su obra favorita. La entrevista se
imprimió en forma de opúsculo a cargo de GEA, Grupo de Estudios de Actualidad
de Alicante, en 2010. Por cierto que en dicha entrevista Vicente Ramos cita a
mi abuelo paterno, Daniel Jiménez de Cisneros, cuando habla del apoyo que mi
abuelo prestó a Francisco Figueras Pacheco al impulsar su colaboración en la
Geografía General del Reino de Valencia. Y precisamente el ejemplar del que he
dispuesto contiene una dedicatoria manuscrita a Francisco Figueras Pacheco,
“poeta admirado y amigo queridísimo”, al que Vicente Ramos dedicó también un
capítulo de Loa en su libro Voz derramada.
El libro contiene 19 poemas
numerados y dos más, uno de prólogo y otro de epílogo. En alguno de ellos
menciona de forma explícita tanto a su madre, Rosario, como a su hermana del
mismo nombre, fallecida a los 7 años de edad. El poeta refleja de forma emotiva
la soledad del niño huérfano de madre, a lo que se añade la pérdida de la
hermana, mostrando lo dura e irreparable que resulta la ausencia de la madre.
He elegido unos versos del poema
XIX, (pp. 97) que con toda probabilidad contienen recuerdos autobiográficos en
los que se retrata la inmensa tristeza del niño sin madre.
¡Qué largo tiempo,
Señor, pasé
imaginando a la
muerte en una losa!
¡Cuántos años
diciéndome, Señor,
que, dormida tras
la fría blancura
de aquel pétro
silencio sin nombre,
ella, la que fue
antes de mi memoria,
reposaba sin
cansancio tristemente!
Iba sin comprender
el dolor de la muerte,
como si a una
visita sin respuesta fuera.
Nunca hubo diálogo.
Solo rezos apagados.
Y termina con los versos:
¿Qué es una madre?
Ay, Dios,
para mí es un dolor
que no acaba,
el terrible destino
de una ausencia.
Elegías de Guadalest
En 1957 Vicente Ramos obtiene el
premio Alicante de Poesía por su poemario Elegías
de Guadalest, que se publicará un año después, en 1958, editado por la
Delegación Provincial de Educación Nacional. La portada reproduce el cuadro
“Guadalest” de Emilio Varela, que también vuelve a aparecer en la página
inicial del libro.
Sobre este poemario tendremos a
continuación una comunicación presentada por nuestro amigo Ramón Palmeral, así
que no me voy a detener demasiado.
El libro contiene 18 poemas
correlativos y se abre con una cita de Quevedo: “Que morir vivo es la última
cordura”, lo que anuncia una parte de la temática, que es la típica de la
poesía del momento: lo existencial, lo social, lo religioso (siempre desde una
perspectiva líricamente heterodoxa), y también los temas universales: el amor,
la muerte, la naturaleza. Leeré unos versos del poema “Los hijos”, pág. 36.
Escrito está. Los
hijos florecen
como la almendra y
la aceituna.
Se anuncian con el
azahar
y con el aceite
maduran.
Verde hoja en el
nogal.
Otro nombre y existencia.
(Hay que ahondar
algo más
entre el hueso y la
piedra).
……………………………..
Y concluye así:
Son los hijos.
Vienen y van:
llegan con mañana
de azahar
y una tarde de
aceite se los lleva.
Fábulas de la mañana y el mar
Finalmente, en lo que se refiere
a su producción poética, tenemos Fábulas
de la mañana y el mar, firmado en Estocolmo el 7 de mayo de 1959, prosa
poética escrita desde la nostalgia mediterránea de su estancia en Suecia. 1959
fue precisamente el año de su regreso a Alicante. El libro está cariñosamente
dedicado a su esposa, que aparece bajo un diminutivo: “A mi Noli”. Y lleva una
cita de Azorín: “Lo esencial es lo que importa”. Cita significativa, porque el
libro es azoriniano y también mironiano. Pues Gabriel Miró también aparece en
un capítulo que le dedica titulado “El busto y la fuente”. Aquí Vicente Ramos
se engarza en la mejor tradición de la prosa lírica alicantina. Basta leer el
primer texto, “El pueblecito”, dedicado a su pueblo, con ese evocador diminutivo.
La morosidad en la descripción, el apóstrofe al lector en segunda persona del
plural, el léxico específico de sabor popular (almijarra, maquilero…). Otro
rasgo que le une a estos dos escritores: en el capítulo “Amanecer” aparece
Alone, trasunto del autor Vicente Ramos, como Azorín lo sería de José Martínez
Ruiz y Sigüenza de Gabriel Miró. La ingenuidad del Alone niño, que quiere jugar
con las imaginarias campanas del molino, los recuerdos de su pueblo y de su
infancia (sus maestros, sus lecturas “entre Azorín y Salgari”, sus parientes
(la tía Rafaela) están en la línea de las obras autobiográficas de Azorín y de
los capítulos que con tanta sensibilidad dedica Miró a la infancia. A lo largo
del libro abundan las dedicatorias a distintas personas (escritores, colegas,
incluyendo profesores suecos, amigos, familia (“A mis hijos”…)
El capítulo “Presencia de la
primavera” va precedido de una cita de Juan Ramón Jiménez (citado por sus
iniciales): Dios está azul. El
comienzo de un poema que el Premio Nobel dedicó a la primavera. Una muestra más
de que Vicente Ramos diluye en este libro la frontera entre la prosa y la
poesía. Incluso los títulos de los capítulos son poéticos: “Isla para la poesía”,
“Nupcias del alba”, “Viaje alrededor del mito”, “Hacia el valle,”, etc.
El libro, en fin, constituye un
homenaje a Alicante y su provincia,
estructurado en tres partes: la primera, “Algo rueda en la mañana” es
Guardamar; la segunda, “Entre sol y sombra azul” es Alicante; y la tercera, “Castillo
de la luz y del silencio”, recoge impresiones de distintos lugares de la
provincia. Mañana tendremos ocasión de escuchar a José Ramón Torregrosa que nos
hablará de “Algo rueda en la mañana”.
Muchas gracias
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