Centenario de Vicente Ramos

El historiador, poeta, hernandiano y erudito VICENTE RAMOS PÉREZ, nació en Guardamar el 7 de septiembre de 1919. El presente portal lo dirige Ramón Fernández Palmera, correo: ramon.palmeral@gmail.com, con motivo de su centenario. Seminario del 20 al 24 de marzo de 2019 Sede Universitaria Alicante.

jueves, 21 de marzo de 2019

VICENTE RAMOS Y LA POESÍA.




 
Consuelo Jiménez de Cisneros

                                             


VICENTE RAMOS Y LA POESÍA.

Consuelo Jiménez de Cisneros
Sala Miguel Hernández de la Sede de la Universidad
Seminario dedicado a Vicente Ramos
21 de marzo de 2019

El interés de Vicente Ramos por la poesía data de su juventud y se evidencia en primer lugar, por su relación de amistad y colaboración con otros poetas alicantinos, como Rafael Azuar, Vicente Mojica y singularmente Manuel Molina, con quien compartió quehaceres en la Biblioteca Gabriel Miró que él dirigía al nombrarlo Secretario de la misma. Además, Vicente Ramos fue parte activa y fundamental de iniciativas poéticas tales como la revista Arte Joven (1940), primera publicación literaria de la posguerra, que tuvo una vida efímera: un solo número que queda para la Historia. En los siguientes años, siempre dentro de la década de los 40, Vicente Ramos contribuyó en otras publicaciones y colecciones de poesía como Verbo (1946) y la colección Leila.
En esta intervención voy a mostrar la relación de Vicente Ramos con otros poetas de Alicante y de fuera de Alicante, incluso extranjeros, y voy a hacer un recorrido por su poesía a través de los poemarios que publicó, que reflejan perfectamente su sensibilidad literaria y constituyen un autorretrato lírico ejemplar.

VICENTE RAMOS Y LA JUVENTUD POÉTICA ALICANTINA
Vicente Ramos mantuvo siempre un gran interés por otros poetas alicantinos, tanto por los ya consagrados, a los que dedicó muchas páginas en su labor de investigador de la literatura alicantina, de modo especial el caso insigne de Miguel Hernández, como por los entonces jóvenes que se iniciaban en la poesía, a quienes alentó con su opinión y apoyo. Entre ellos puedo citar al Dr. Mas Magro, que ha reconocido el magisterio literario de Vicente Ramos en su último libro, Glosa de lo cotidiano (2018).

En la década de los setenta, Vicente Ramos, que era Director de la Biblioteca Gabriel Miró, prestó un aula de la misma para las reuniones de los poetas jóvenes bajo la égida de Manuel Molina, como ya he citado en otra ocasión. Yo misma asistí a algunas de aquellas reuniones.
En lo que a mí se refiere, Vicente Ramos fue una de las primeras personas que alentó mis inquietudes literarias, abriéndome la posibilidad de publicar en “Idealidad”, “Canfali” y en otras revistas de la época pequeños artículos, relatos y poemas cuando yo era una joven estudiante. En 1975 Vicente Ramos presentó en el Salón de Actos de la Caja de Ahorros Provincial mi libro de poesía “A lo largo del camino” prologado por Rafael Azuar; y un par de años más tarde prologó mi siguiente libro de poesía, “Con las manos alzadas”, editado por la Caja de Ahorros de Alicante en su colección de Temas y autores alicantinos.

VICENTE RAMOS Y OTROS POETAS
Un capítulo imprescindible de la relación de Vicente Ramos con la poesía es su relación con Miguel Hernández, que se encuentra profusamente expuesta en la web de la Fundación Cultural Miguel Hernández, y de la que nos habló ayer cumplidamente Aitor Larrabide, Director de la Fundación Miguel Hernández de Orihuela. Solamente vamos a recordar que en Verbo y en 1946, Vicente Ramos tuvo la valentía de publicar poemas de Miguel Hernández, como “Vuelo”, con autorización de su viudad, Josefina Manresa, que luego correspondería tan mal a sus desvelos. En 1951 publicó en la colección Ifach, que dirigía, un libro de versos de Miguel Hernández: Seis poemas inéditos y nueve más. Esta obra tuvo problemas con la censura, los cuales solventó Vicente Ramos gracias a su extraordinario conocimiento documental, aportando un texto de Miguel Hernández en el que criticaba a la Unión Soviética, lo que fue suficiente para que el censor, Luis Villó, entonces responsable de Cultura, reculara en su prohibición del libro. Hay que insistir en el valor que esto tiene si consideramos la época que era de plena posguerra franquista.
No voy a extenderme demasiado en este punto porque ya se trató cumplidamente en la mesa redonda de ayer. Solo mencionar que hay testimonios gráficos y multitud de gestiones que dan fe de la devoción de Vicente Ramos por Miguel Hernández, de su preocupación por ayudar a su viuda e hijo y por conservar dignamente sus restos mortales en el cementerio de Alicante, lo que logró mediante la colaboración económica de escritores amigos (Celaya, Cela, Gerardo Diego, Buero Vallejo y otros) que contribuyeron para que Hernández no saliera del nicho y fuera a parar a la fosa común. Finalmente, cualquier estudioso del poeta oriolano sabe que el primer estudio fundamental y exhaustivo sobre su vida y obra, con interesantísimas aportaciones de crítica literaria, se debe a Vicente Ramos: hablamos de su libro Miguel Hernández, publicado por Gredos, trabajo que fue pensionado en 1973 con una beca de la Fundación Juan March. Este libro fue seguido por otro redactado en colaboración con Manuel Molina y titulado Miguel Hernandez en Alicante (CAPA, 1977), en el que se desmontaba con elegancia un error de la estudiosa que firmaba como María de Gracia Ifach. En 1978 Vicente Ramos publicó un opúsculo titulado El Dios primero de Miguel Hernández, analizando la religiosidad del poeta oriolano.

VICENTE RAMOS Y TRINA MERCADER
Mención especial merece su relación epistolar y literaria con la poetisa torrevejense Trina Mercader, de la que este año se cumple también el centenario de su nacimiento, de manera que ambos eran de la misma edad. En el archivo personal de Vicente Ramos que he podido consultar en Guardamar con la colaboración de Otilia Maciá, he encontrado un buen número de cartas cruzadas entre Vicente Ramos y Trina Mercader, donde ésta agradece el apoyo que Ramos le presta para la difusión de su poesía, apoyo que juzga esencial, y donde se evidencia la buena armonía entre ambos. Hacían intercambio de las publicaciones poéticas que los dos dirigían, Ramos en Alicante y Trina en Larache: en carta fechada en 1947, Trina acusa recibo del número de verano de Verbo y promete enviar dos números de Al Motamid, su revista literaria bilingüe en español y en árabe. En otra carta le adjunta un poema suyo para que lo publique Ramos en Verbo. También encontramos una carta donde Trina le pide a Ramos que le envíe su poemario Voz derramada y le anima a seguir cultivando la poesía. Vicente Ramos se lo mandó y Trina lo calificó de “admirable”. En su correspondencia Trina no olvida enviar siempre cariñosos saludos a Manolita, la esposa de Ramos, y a sus hijos.
En los fondos de lo que fue la Biblioteca Gabriel Miró se conservan ejemplares de primera edición de los dos poemarios más importantes de Trina Mercader (Tiempo a salvo y Sonetos ascéticos) con dedicatorias: una a Vicente Ramos y otra a la Biblioteca Gabriel Miró, que era otra forma de dedicar el libro a Vicente Ramos, entonces Director de la misma.

POEMARIOS DE VICENTE RAMOS
La labor poética de Vicente Ramos se concentra en su primera etapa de producción, desde 1943 hasta 1959, ya que posteriormente se dedicará a la prosa, cultivando sobre todo el ensayo de investigación, crítica y divulgación literaria. Voy a hacer una breve presentación de cada uno de sus poemarios que, en su conjunto, nos dicen mucho de la personalidad de Vicente Ramos, incidiendo en los aspectos más emotivos y personales, como es lógico esperar tratándose de poesía. Pero hay que insistir en que la poesía de Vicente Ramos es muy autobiográfica, es un autorretrato de su alma, casi podríamos decir una etopeya (un retrato moral): la vida con sus inquietudes vista desde la óptica de su percepción de poeta, sus afectos familiares, las dolorosas pérdidas, el amor, la religiosidad, la angustia existencial, el paisaje… Todo lo que conforma su mundo íntimo y también su contexto exterior, que se refleja en las dedicatorias a los amigos. Su vasta cultura y erudición aparece en las citas extraídas de otros poetas, de la Biblia y de fuentes muy diversas, citas que no son adornos superfluos, sino que tienen que ver con la esencia de los poemas a los que preceden.
u Pórtico Auroral. Alicante, 1943
u Voz derramada. Alicante, 1946
u Cántico de la Creación y del Amor. Alicante, 1950 
u Elegía a Cristo. Alicante, 1951    
u Honda llamada. 1952   
u Destino de tu ausencia. Diputación de Valencia, 1957 
u Elegías de Guadalest. Premio Alicante de Poesía 1957, Alicante 1958           
u Fábulas de la mañana y el mar. Alicante, 1959.

Pórtico Auroral 
Su primer libro de poesía, Pórtico aural (1943), lo dedica a su novia, que ese mismo año sería su esposa, Manolita Moya. Son poemas en prosa y el poeta tiene 24 años. Rafael Azuar le escribe un delicado Prefacio donde dice: “libro es este breve, pero tallado en firme, rico de imágenes e ideas…”. El poemario, precedido de la dedicatoria (que el poeta llama “Ofertorio”) más un “Preludio” y una  “Obertura”, tiene dos partes: “En la hora vesperal” y “Cántico de amanecer”. Del último poema de la primera parte extraigo estos versos en prosa:
Se marchita mi jardín y el Sol no brilla tras la colina de mi Vida.
Señor, ¿por qué no enciendes ya la Lámpara de mi Felicidad?
(El Tiempo huye… huye hacia la Eternidad…)

Voz derramada
Su segundo libro de poesía, Voz derramada, aparece en 1946 y en Alicante, en la imprenta Gráficas Gutenberg, que estaba entonces en Pintor Cabrera 4. Parece ser una edición particular del autor. El libro está dedicado “A mi esposa e hija (evidentemente su hijo no había nacido todavía), a mis padres y a mi hermana”. Cabe señalar que su madre y su hermana habían fallecido muchos años atrás, pero su memoria afectuosa permanecerá siempre en el autor.
Este libro es una especie de recopilación de lo que podría denominarse micropoemarios, esto es, conjuntos de variada extensión de poemas sobre diversas temáticas, unos en relación con el mundo íntimo, familiar y amical del poeta, otros en torno a reflexiones que preocupan ética y estéticamente al autor. El libro está escrito en prosa poética, y, en mi opinión, bajo el influjo de la prosa poética de poetas universales, desde Juan Ramón Jiménez a Rabindranath Tagore, que pusieron de moda esta forma de escribir. Precisamente la primera parte del libro se abre con una cita de Tagore: “El corazón no puede darse sino en lágrima o canción”. Porque este libro, en efecto, es prosa poética; pero corresponde ubicarlo dentro de la poesía ya que, más que prosa poética, se podría llamar poesía en prosa. Incluso los títulos de las partes y de los capítulos tienen la sonoridad del verso: “Primavera en otoño”, “A mi hija”, “Páginas de un cuaderno sentimental”, “Las cuatro edades del hombre”, “Breve psalterio” y especialmente “Variaciones”, que contiene los siguientes poemas en prosa: “El sueño de tus besos”, “Sinfonía de la flor de almendro”, “Límites de la vida” y “Estampa de mi pueblo”, que es el texto del que leeré unas líneas.
La generosidad y compañerismo de Vicente Ramos se ponen de relieve en el apartado “Loas”, que dedica a diferentes escritores alicantinos a los que muestra su admiración y afecto: Miró (que aparece nombrado bajo su alter ego Sigüenza), Figueras Pacheco, Azorín, Juan Sansano, Gabriel Sijé, Rafael Azuar y Manuel Molina.
Leemos las primeras líneas del capítulo titulado “Estampa de mi pueblo”, evocación de gran fuerza lírica y plástica de Guardamar, su pueblo natal. (pp. 85-86)
Hay un quietismo de plata relumbrona y virgen en las calles. Silencio espeso de años invade nuestra edad con sabor de lejana infancia. Mas no cuenta el espacio y tiempo. Lo vemos siempre igual: dormido en el sopor de la monotonía. El sol todo lo llena, agrietando las carnes torradas de los suelos. Y el ardor se alza continuo y poderoso, envolviendo las casas, incendiando el aire...

Cántico de la creación y del amor
Su tercer libro, Cántico de la creación y del amor, aparece en 1950, editado en Alicante, en la colección Ifach de Poesía (número 5) que él mismo coordinaba en aquel momento junto con Manuel Molina. La ilustración de la portada es de Arcadio Blasco, demostrando la gran vinculación que ha habido y sigue habiendo en Alicante entre escritores y artistas plásticos. Abundando en lo mismo, podemos añadir que el libro va ilustrado con un retrato a pluma del autor, original de Miguel Abad Miró, reputado dibujante. El libro, una vez más, aparece dedicado a su esposa, que fue su gran inspiración y compañera constante. Pero en su interior, las distintas partes que lo componen, tituladas Cantos, van dedicadas a distintas personas amigas del autor: el Canto Primero, a D. Fernando Puig Gil, que fuera catedrático de Filosofía y poeta; el Canto Segundo, a D. Antonio Ramos Carratalá, “un banquero con alma de poeta”, como dijo de él Camilo Josá Cela: Ramos Carratalá fue el creador de la Caja de Ahorros del Sureste de España en 1940 y el impulsor de la Obra Social y Cultural de dicha entidad; el Canto Tercero, según expresa literalmente, lo dedica el autor “A los Sres. D. Román Bono (que fue alcalde de Alicante en los años 40 y miembro del Consejo de Administración de la CAM, lo que explicaría su relación con Vicente Ramos) y D. Luis Penalva”. Los tres Cantos van precedidos de citas bíblicas, a tono con la temática religiosa del libro. El poemario prosigue con una parte llamada “Poemas de Semana Santa”. Y concluye con un poema a modo de epílogo que llena la última parte titulada “Fin y principio”. Esta última parte va dedicada al poeta Jacinto López Gorge, alicantino afincado en Melilla, amigo de Trina Mercader, mostrando que todos estos poetas se conocían entre ellos y se apoyaban unos a otros.
De este libro he elegido para leer unos versos del poema titulado “Viernes Santo” (pág. 93) con el que veremos una muestra de su poesía religiosa. “Viernes Santo” forma parte de un conjunto de cinco poemas en torno a los cinco días de la Semana Santa (del lunes santo al viernes santo), recogidos bajo ese mismo título: “Poemas de Semana Santa”. Esta parte está dedicada a sus amigos los poetas Santiago Moreno y Manuel Molina y va precedida de una cita de Santiago Moreno, un precioso endecasílabo: “Si Amor ha de morir, ¿qué me sostiene?”.
Oh, Cuerpo que a la muerte llamaste
para matarla con el dolor de tus heridas,
entre los hilos abrasados de tu sangre
crucificada en un mástil de Amor.
En tu Carne agotó el tiempo
el hondo caudal de la Agonía
vaciado en tu pecho, como ánfora.

Honda llamada
En marzo de 1951, inaugurando la colección Ciclamor de ediciones Ifach, aparece su Elegía a Cristo, en una edición no venal, para distribuir entre los amigos. Esta elegía se vuelve a publicar en su siguiente poemario, Honda llamada, que concluye con una referencia a la publicación previa de la Elegía en Ciclamor.
Honda llamada es un poemario publicado en 1952 y en la ya mencionada colección Ifach de Poesía, que sigue al cuidado de Vicente Ramos, Manuel Molina y otra persona más: Antonio Sanchís. Es el número 11 de la colección, lo que da idea del éxito de la misma, ya que en solo dos años han publicado seis poemarios, entre ellos de Manuel Molina, Jacinto López Gorge y el especial de Miguel Hernández. En la misma colección publicaron poetas relevantes tanto de Alicante, como de toda España: Julián Andúgar, Joan Valls, Gabriel Celaya, Ramón de Garciasol, Celia Viñas… Honda llamada se abre con una cita de versos de Miguel Hernández en un momento en que Miguel Hernández era un poeta proscrito. De ahí el mérito y el atrevimiento de Vicente Ramos. Además, los versos que elige son bastante significativos: pertenecen al poema “Vuelo”, escrito por Miguel Hernández en la cárcel, poco antes de morir: “Hundiendo va este odio reinante todo / cuanto quisiera remontarse directamente vivo. / El hombre yace. El cielo se eleva. El aire muere”.
El libro combina la poesía intimista y familiar, la existencial con algún atisbo de rebeldía (como veremos en el poema “¿Libertad?” del que leeré unos versos) y la religiosa. Supongo que esta mezcolanza permitiría al poeta unas libertades que la censura no se atrevería a frenar, pues junto a la “Elegía a un poeta” (que evidentemente se trata de Miguel Hernández, aunque aquí no aparece explícito su nombre) coloca la “Elegía a Cristo”. Además yo diría que en este libro, más que en ningún otro de sus poemarios, se ve la influencia del poeta de Orihuela (Miguel Hernández), por el léxico, por la retórica, por la pasión e incluso por la forma de abordar la angustia social y existencial común a casi todos los poetas. A esto cabe añadir que el llamado “Trípico de la madre” va precedido de un verso de Miguel Hernández, al que no cita por su nombre completo, sino solo por sus iniciales, M.H. : “¡Qué olor a madreselva desgarrada y hendida!” Así pues, vemos que la presencia de Miguel Hernández en este libro es una constante, tanto explícita como implícita.
Pero hay otras referencias interesantes. Querría destacar el poema “Letanía”, por su valor social, la denuncia que hace sobre los niños hambrientos, un tema tópico hernandiano, y también por el hecho de que aparezca dedicado a un artista, más en concreto, a un cuadro de un artista: “Al pintor Manuel Baeza por su cuadro La Familia”. Vemos una muestra más de la relación tan especial entre pintura y poesía que se ha dado y se sigue dando en nuestra ciudad.
El poema “¿Libertad?” llama la atención ya desde el título, porque la palabra “libertad” aparece entre signos de interrogación. Hay ahí un subtexto bastante claro, como sucedió en tantas otras obras escritas durante la época franquista que trataban de saltar la censura como podían.
Hubo un tiempo… pero no.
Tampoco amaneció ese día soñado
que alguna tarde nos ilumina el alma.

Se trata de una palabra extraña,
de un raro fruto que a veces llega al labio,
que, a veces, se enreda en la mano,
para agitarla como bandera, también extraña.

Estos tiempos son malos, nos dicen.
Pero hubo un tiempo… Pero, no,
decimos con llanto por la garganta.

DISPO 10 Destino de tu ausencia
En 1956 Vicente Ramos obtiene el Premio “Valencia” de Poesía por su poemario Destino de tu ausencia, que glosa la memoria de su madre, a la que perdió siendo muy niño. Este poemario se publicó un año después, en 1957, a cargo de la Institución Alfonso el Magnánimo de la Diputación de Valencia. El libro se inspira en la experiencia que supuso para él el traslado de los restos de su madre y su hermana, según nos recuerda el periodista Luis Berasaluce en su biografía literaria sobre Vicente Ramos titulada “Vicente Ramos: Alicante” (Alicante, ECU 2004). La manera de sobrellevar ese dolor, siempre latente en el autor, de pérdidas familiares tan íntimas, fue la escritura poética. El propio Vicente Ramos declara que esta es su obra preferida, en la entrevista que le hace Fernando López de Rego en el verano de 2009, con motivo de sus 90 años. Hay que pensar que han pasado más de cincuenta años en los que Vicente Ramos, un verdadero polígrafo, ha publicado muchos y variados libros, en apariencia más relevantes y difundidos. Sin embargo, elige ese poemario de 1956 como su obra favorita. La entrevista se imprimió en forma de opúsculo a cargo de GEA, Grupo de Estudios de Actualidad de Alicante, en 2010. Por cierto que en dicha entrevista Vicente Ramos cita a mi abuelo paterno, Daniel Jiménez de Cisneros, cuando habla del apoyo que mi abuelo prestó a Francisco Figueras Pacheco al impulsar su colaboración en la Geografía General del Reino de Valencia. Y precisamente el ejemplar del que he dispuesto contiene una dedicatoria manuscrita a Francisco Figueras Pacheco, “poeta admirado y amigo queridísimo”, al que Vicente Ramos dedicó también un capítulo de Loa en su libro Voz derramada.
El libro contiene 19 poemas numerados y dos más, uno de prólogo y otro de epílogo. En alguno de ellos menciona de forma explícita tanto a su madre, Rosario, como a su hermana del mismo nombre, fallecida a los 7 años de edad. El poeta refleja de forma emotiva la soledad del niño huérfano de madre, a lo que se añade la pérdida de la hermana, mostrando lo dura e irreparable que resulta la ausencia de la madre.
He elegido unos versos del poema XIX, (pp. 97) que con toda probabilidad contienen recuerdos autobiográficos en los que se retrata la inmensa tristeza del niño sin madre.
¡Qué largo tiempo, Señor, pasé
imaginando a la muerte en una losa!

¡Cuántos años diciéndome, Señor,
que, dormida tras la fría blancura
de aquel pétro silencio sin nombre,
ella, la que fue antes de mi memoria,
reposaba sin cansancio tristemente!
Iba sin comprender el dolor de la muerte,
como si a una visita sin respuesta fuera.
Nunca hubo diálogo. Solo rezos apagados.

Y termina con los versos:
¿Qué es una madre? Ay, Dios,
para mí es un dolor que no acaba,
el terrible destino de una ausencia.

Elegías de Guadalest
En 1957 Vicente Ramos obtiene el premio Alicante de Poesía por su poemario Elegías de Guadalest, que se publicará un año después, en 1958, editado por la Delegación Provincial de Educación Nacional. La portada reproduce el cuadro “Guadalest” de Emilio Varela, que también vuelve a aparecer en la página inicial del libro.
Sobre este poemario tendremos a continuación una comunicación presentada por nuestro amigo Ramón Palmeral, así que no me voy a detener demasiado.
El libro contiene 18 poemas correlativos y se abre con una cita de Quevedo: “Que morir vivo es la última cordura”, lo que anuncia una parte de la temática, que es la típica de la poesía del momento: lo existencial, lo social, lo religioso (siempre desde una perspectiva líricamente heterodoxa), y también los temas universales: el amor, la muerte, la naturaleza. Leeré unos versos del poema “Los hijos”, pág. 36.
Escrito está. Los hijos florecen
como la almendra y la aceituna.
Se anuncian con el azahar
y con el aceite maduran.
Verde hoja en el nogal.
Otro nombre y existencia.
(Hay que ahondar algo más
entre el hueso y la piedra).
……………………………..
Y concluye así:
Son los hijos. Vienen y van:
llegan con mañana de azahar
y una tarde de aceite se los lleva.

Fábulas de la mañana y el mar
Finalmente, en lo que se refiere a su producción poética, tenemos Fábulas de la mañana y el mar, firmado en Estocolmo el 7 de mayo de 1959, prosa poética escrita desde la nostalgia mediterránea de su estancia en Suecia. 1959 fue precisamente el año de su regreso a Alicante. El libro está cariñosamente dedicado a su esposa, que aparece bajo un diminutivo: “A mi Noli”. Y lleva una cita de Azorín: “Lo esencial es lo que importa”. Cita significativa, porque el libro es azoriniano y también mironiano. Pues Gabriel Miró también aparece en un capítulo que le dedica titulado “El busto y la fuente”. Aquí Vicente Ramos se engarza en la mejor tradición de la prosa lírica alicantina. Basta leer el primer texto, “El pueblecito”, dedicado a su pueblo, con ese evocador diminutivo. La morosidad en la descripción, el apóstrofe al lector en segunda persona del plural, el léxico específico de sabor popular (almijarra, maquilero…). Otro rasgo que le une a estos dos escritores: en el capítulo “Amanecer” aparece Alone, trasunto del autor Vicente Ramos, como Azorín lo sería de José Martínez Ruiz y Sigüenza de Gabriel Miró. La ingenuidad del Alone niño, que quiere jugar con las imaginarias campanas del molino, los recuerdos de su pueblo y de su infancia (sus maestros, sus lecturas “entre Azorín y Salgari”, sus parientes (la tía Rafaela) están en la línea de las obras autobiográficas de Azorín y de los capítulos que con tanta sensibilidad dedica Miró a la infancia. A lo largo del libro abundan las dedicatorias a distintas personas (escritores, colegas, incluyendo profesores suecos, amigos, familia (“A mis hijos”…)
El capítulo “Presencia de la primavera” va precedido de una cita de Juan Ramón Jiménez (citado por sus iniciales): Dios está azul. El comienzo de un poema que el Premio Nobel dedicó a la primavera. Una muestra más de que Vicente Ramos diluye en este libro la frontera entre la prosa y la poesía. Incluso los títulos de los capítulos son poéticos: “Isla para la poesía”, “Nupcias del alba”, “Viaje alrededor del mito”, “Hacia el valle,”, etc.
El libro, en fin, constituye un homenaje a Alicante y su provincia,  estructurado en tres partes: la primera, “Algo rueda en la mañana” es Guardamar; la segunda, “Entre sol y sombra azul” es Alicante; y la tercera, “Castillo de la luz y del silencio”, recoge impresiones de distintos lugares de la provincia. Mañana tendremos ocasión de escuchar a José Ramón Torregrosa que nos hablará de “Algo rueda en la mañana”.
Muchas gracias


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EXÁGESIS al prólogo de Vicente Ramos en "Con las manos alzadas", de Consuelo Jiménez de Cisneros

                   (Los poetas Vicente Ramos y Manuel Molina con Manolita Moya, en 1956) EXÁGESIS al prólogo de Vicente Ramos al poemario ...