(Aitor L. Larrabide leyendo su ponencia, fotofragía de Palmeral) |
Ponencia en la Sede de la Universidad de Alicante, 20 de marzo de 2019
MIGUEL HERNÁNDEZ Y VICENTE RAMOS: DEFENSA DEL
HERNANDISMO
Aitor L. Larrabide
Director de la Fundación Cultural Miguel Hernández
Quiero, en primer lugar agradecer a Dª. Consuelo Jiménez de
Cisneros su amable invitación a esta primera mesa redonda sobre D. Vicente
Ramos, a quien conocí en el verano de
1992 de la mano de otro gran alicantino como fue D. Gaspar Peral Baeza,
mientras yo cursaba la carrera de Filología Hispánica.
El 21 de agosto de 1937 Ramos conoció, a través del oriolano
Manuel Molina, a Miguel Hernández. Desde aquel iluminador día, en plena Guerra Civil,
la aureola hernandiana lo acompañó. Y especialmente un concepto, como es el
“hernandismo”, basado en el amor puro a la obra del poeta oriolano, sin
aditamentos ideológicos o de otra clase.
Publica en 1946, en la revista alicantina Verbo, los poemas hernandianos “Vuelo” o “Madre”. Gestiona junto
a Manuel Molina la publicación de las obras completas en Aguilar a finales de
los 40. Se ofrece a que el hijo de Miguel Hernández disfrute de una educación
reglada (gracias a María de Gracia Ifach) durante el curso 1950-1951 en
Valencia.
Coedita en julio de 1951, con Molina, la bella carpeta Seis poemas inéditos y nueve más, con
portada de Miguel Abad Miró e
ilustraciones de Ricardo Fuente, con el objeto de dar a conocer quince hermosos
e inéditos poemas hernandianos y
recaudar dinero suficiente (hasta las 2.042 pesetas) para impedir que
los restos mortales del oriolano fuesen a parar a la fosa común, lo cual le
trajo como consecuencia a su generosidad algún topetazo con las fuerzas vivas
del momento, y la ingratitud de la viuda del poeta. Se tiraron 1.000 ejemplares
mediante suscripción, al prohibirse la venta pública, al precio de treinta
pesetas por volumen. Presentado en carpeta, formato de 33 por 23 centímetros con
48 páginas, impreso en los talleres alicantinos de Gráficas Gutenberg.
Publica artículos, uno
de ellos en 1960, en el que reivindica la necesidad de estudiar la amistad
entre Sijé y Hernández para valorar su obra primera, desde 1932 a 1935. En su libro de 1966, Literatura Alicantina (1839- 1939). (Ensayo crítico y bio-bibliográfico), Ramos incluye a Hernández en la llamada
“Escuela de Orihuela”, cuyo maestro es Gabriel Miró. Este marchamo sería
después reivindicado en 1981 por Ana Reig Sempere en su libro La generación del 30 en Orihuela.
En 1973 da a la estampa en la editorial Gredos su gran
libro sobre el poeta oriolano. En el mismo reivindica una concepción hilozoísta
de Hernández, en donde la naturaleza está viva y de ella todo mana, incluso la
muerte. El sentimiento trágico de la vida brotaría de constantes psíquicas
barrocas oriolanas, como también la naturaleza. El hombre participaría de ésta
y, de este modo, será más perfecto. La comunión con la naturaleza le acerca a
Dios, pues ambos son la misma cosa para Hernández. Ramos sitúa el fenómeno de
Miguel Hernández en su Orihuela y su paisaje bajo dos dimensiones esenciales:
la sociología y la metafísica. Dedica un amplio capítulo a Ramón Sijé
(cincuenta páginas), del que afirma que su magisterio es imprescindible en los
años de formación de Hernández.
También participó en la
organización del Coloquio Internacional de la Asociación Europea de Profesores
de Español en agosto de 1973, con la
presencia, entre otras destacadas figuras del hispanismo, de Germán Bleiberg o
Gabriele Morelli, y ofreció la conferencia inaugural, “La realidad en Gabriel
Miró, Miguel Hernández y José Martínez Ruiz”.
Publica en 1976 el
libro, firmado con Manuel Molina, Miguel
Hernández, en Alicante, en el que se refleja la intensa difusión de la
figura hernandiana y la bibliografía
sobre el poeta. La causa que motivó la publicación del presente libro no
fue otra que el error de María de Gracia Ifach en la nota 196 de la página 334
de su libro MH, rayo que no cesa
(Barcelona, Plaza & Janés, 1975), sobre la conservación de los restos
mortales del poeta. Por pudor, los autores silenciaron sus gestiones y ahora
las sacan a la luz a modo de “crónica”. Los hechos narrados y la rica
bibliografía se ciñen a la ciudad de Alicante. Piden la erección de un
monumento en Alicante al poeta, objetivo que no consiguieron, y rescatan
trabajos tanto de como sobre MH. Aportan fotocopias de cartas de escritores y
amigos durante la posguerra, pidiendo colaboración para divulgar la obra del
oriolano. Sobre la carpeta editada por los autores en 1951, Seis poemas inéditos y nueve más, reconocen que se prohibió su
venta pública (p.103), con la prohibición expresa de citar el nombre del autor
y el título.
En 1977 la editorial Aguilar le propone encargarse de la
edición de Poesías completas.
Josefina Manresa veta a Ramos y le prohíbe
que realice el trabajo.
Como presidente de la Sección de Literatura del Instituto de
Estudios Alicantinos promovió el estreno mundial del auto sacramental
hernandiano Quien te ha visto y quien te
ve y sombra de lo que eras, en el Teatro Circo de Orihuela el 13 de febrero
de 1977 a
cargo de la compañía alcoyana La Cazuela.
Ramos le dedicó dos
poemas a Miguel Hernández: “Elegía a un poeta”, recogido en su libro Honda llamada, Alicante, Col. Ifach,
1952, pp. 61-64; y “Elegía a un pastor”,
publicado en la revista Bernia,
nº 2, de enero de 1952 (pp. 11-13).
Y mantuvo con Orihuela y la comarca de la Vega Baja
siempre un contacto estrecho. De hecho
firmará el epílogo de la edición realizada por Manuel Molina, de Carlos Fenoll, Canto
encadenado, publicada por el
Instituto de Estudios Alicantinos en 1978.
Resulta lamentable el silencio impuesto sobre el nombre de
Vicente Ramos durante la celebración del cincuentenario de la muerte del poeta
en 1992. Encontró cobijo en la Universidad
de Murcia, con Francisco Javier Díez de Revenga y Mariano de Paco, que
publicaron en el volumen colectivo Estudios
sobre Miguel Hernández el texto “Defensa del hernandismo” (pp. [365]-376).
Ahí resume su ejemplo y lección de hernandiano.
Fue él quien, con modestia, me dirigió a otro hernandiano de
corazón, Gaspar Peral Baeza, mi querido Gaspar. Mis frecuentes visitas a la
casa de Vicente Ramos, en la Albufereta alicantina, frente al mar, me depararon
no sólo intensas conversaciones en torno a la lenta recuperación de la obra
hernandiana durante la posguerra sino, especialmente, una particular
complicidad en aspectos vinculados con la situación política en mi tierra natal
y con la fe, y de la prodigiosa memoria de Vicente Ramos salían a borbotones
datos, fechas, nombres y mucha pasión por el universal poeta oriolano. Y
siempre teñida de pureza, no aliñada con accesorios espurios. En su casa conocí
a Otilia Maciá, natural de Guardamar del Segura como Vicente Ramos. Ella se
encargó de catalogar su biblioteca y archivo, y a la que, por cierto, echo de
menos en este seminario. Tendría mucho que aportar de las inquietudes y
relaciones intelectuales de Don Vicente.
Ramos destacó por una mirada limpia, pura, sin zancadillas
ni bastardos intereses. Siempre destacó
el hernandismo como una manera clara de conducirse por la vida, y a ello
sigo yo siendo fiel. En los años como becario en Elche, su acogedora casa, con
la fiel y amable Manolita detrás (a la que, en una ocasión, D. Vicente le
encargó que fotocopiara para mí en su integridad el número monográfico doble
35-36 de la revista Quaderni
Ibero-Americani, de Turín, de 1968, y mientras ella se fue a Alicante en
autobús para realizar el encargo, nosotros dos nos quedamos charlando), tuve no
sólo una casa donde saciar mi penuria alimenticia como precario becario, sino,
sobre todo, un amigo que quiso confiarme sus recuerdos y el testimonio de una
fidelidad al mensaje hernandiano. Vicente Ramos me ayudó con numerosos datos y
textos de su copioso archivo, alentó la redacción de mi tesis, incluso la
presentó en la Biblioteca Pública de Orihuela cuando fue publicada en 1999 y la
reseñó, generosamente. En 2006 la Fundación que lleva el nombre del poeta
oriolano le concedió la Medalla al Mérito Hernandiano por su fidelidad al
mensaje hernandiano. Me enviaba sus trabajos sobre el poeta, sus libros
dedicados y la luz de sus ojos, reflejada primero en el Mar Mediterráneo, tan
amado por sus admirados Gabriel Miró y Miguel Hernández, y de su limpio
corazón. Testigo de una época de penurias y claudicaciones, sí, pero también de
amistades firmes y audacias infinitas. Me acojo a la sombra de su árbol
imperecedero, y a unos años en los que yo también empecé a soñar con difundir,
más modestamente, la figura de Miguel Hernández. Y aquí seguiré, por lealtad y
amistad a quienes, como Vicente Ramos, Ramón Pérez Álvarez, José Guillén
García, Arturo del Hoyo, Gregorio San Juan, Francisco Martínez Marín, Joaquín
Ezcurra, Ángel López Monsalvo y Gaspar Peral Baeza, han tenido la misma admiración por quien supo encarnar en su obra
las esperanzas de su pueblo y la fidelidad al canto de la tierra.
POEMAS (Seis poemas inéditos y nueve
más, Col. Ifach, 1951)[1]
El 28 de
agosto de 1950, Vicente Ramos Pérez, con domicilio en calle de Pintor Lorenzo
Casanova, número 11, Alicante, presenta en la Delegación Provincial del
Ministerio de Educación Nacional una instancia dirigida al director general de
Propaganda en la que le solicita la autorización “que exige la Orden del 29 de
abril de 1938 y disposiciones complementarias” para editar el libro Poemas,
volumen de cien páginas aproximadamente, en formato holandesa y tirada de 1.000
ejemplares, clase de papel: sin concesión especial, del que el peticionario es
editor. El 25 de septiembre del mismo año, el delegado provincial en Alicante
del Ministerio de Educación Nacional, Luis Villó, remite al director general de
Propaganda la instancia y dos ejemplares de la publicación, que se componía de
los siguientes poemas: “Égloga” (Revista de Occidente), “Sino sangriento”,
“Elegía”, “La boca” (Punto, Madrid, nº 0, diciembre 1948), “A mi hijo” (Estilo,
Elche, nº 1, enero 1947), “Cantar”, “Hijo de la sombra”, “Hijo de la luz”, “Hijo
de la luz y de la sombra”, “Niño” (Halcón, Valladolid, nº 9, mayo 1946), “Nana a mi niño” (Halcón,
nº 9, mayo 1946), “Madre” (Verbo, Alicante, enero-febrero 1947), “El
niño de la noche”, “Muerte nupcial”, “Vuelo” (Verbo, octubre-noviembre
1946) y “Sepultura de la imaginación” (Halcón, nº 9, mayo 1946). Según
se indica, “al objeto de que se sirva V. I., si lo cree oportuno, ordenar su
previa censura y autorización”.
Con fecha 27 de octubre de 1950, Vicente
Ramos Pérez presenta solicitud de autorización para imprimir la obra Poemas,
de Miguel Hernández, volumen de 100 páginas y una tirada de 1.000 ejemplares.
Al pie de la instancia figura la siguiente nota:
“Comprobación.- Mad. ‘Poemas del amor y del dolor’. Exp. 2852-49. Aut. 15-6-49.
Pase al lector nº 4.- Madrid, 9-XI-1950”.
El informe del lector nº 4, de fecha 22
de noviembre de 1950, dice: “Se trata de un libro de versos excelentes. Nada
censurable”. En la hoja de inicio del expediente, el jefe del Negociado de
Inspección de Libros escribe el 9 de noviembre anterior: MAD. POEMAS DEL AMOR Y
DEL DOLOR”. Exp. 2852-49. Aut. 15-6-49. El jefe de la Sección firma de
conformidad y con fecha 4-8-1951 queda hecho el depósito de los cinco
ejemplares que se determinan para su firma y sellado en el Negociado de
Circulación.
Poemas del amor y del dolor es un poemario de Miguel Hernández
Miñambres, publicado en Madrid, Gráficas Uguina, en 1944, de dimensiones
13,5x19,5 cm, de 52 pp. + 2 h. No tiene ninguna relación con el poeta oriolano.
El 6 de septiembre de 1951, el delegado
provincial del Ministerio de Educación, Luis Villo, remite al director general
de Propaganda, “para que sea diligenciada al dorso, cinco ejemplares y tarjeta
de autorización de la obra titulada ‘Poemas’, de acuerdo con sus
instrucciones”.
DESCRIPCIÓN
La
edición, de 48 páginas, y de dimensiones 33 x 23 centímetros, en
Gráficas Gutenberg, y salió en julio de 1951, en tirada de mil ejemplares a
treinta pesetas el volumen. Finalmente llevó el título de Seis poemas
inéditos y nueve más, recibió diversas críticas, todas ellas generosas,
realizadas por amigos de los editores, Vicente Ramos y Manuel Molina.
Antes de
los poemas y de una fotografía del poeta con la firma facsímil del mismo,
figura un “Propósito editorial” del que trascribimos su contenido íntegro por
su evidente interés:
“Miguel
Hernández (1910-1942) es un hondo poeta alicantino, nacido en la ciudad de
Orihuela. Su obra no es muy extensa. Una buena parte de ella está recogida en
libros, y otra, mayor, dispersa en revistas y cuadernos de escasa tirada o,
bien, inédita. En 1950, fue reeditado El rayo que no cesa en la
Colección “Austral”, de Espasa Calpe.
La
Colección “Ifach,” de Alicante, ofrece al lector de la buena poesía una
selección de poemas representativos de la gran personalidad del poeta
alicantino.
La
Colección “Ifach” espera, con esta edición, haber contribuido al mejor
conocimiento del poeta Miguel Hernández, uno de los valores más extraordinarios
de la poesía española”.
Vicente
Ramos y Manuel Molina, en su libro Miguel Hernández, en Alicante
(Alicante, Colección “Ifach”, 1976), relatan la génesis de la carpeta. A
mediados de 1950 empezaron a dar vueltas a la publicación de la misma. El
objetivo era doble: “difundir la obra hernandiana, silenciada de manera
absoluta, y ayudar en lo que nos era posible a la viuda e hijo del poeta” (p.
98). A continuación (p. 99), describen cómo escogieron los poemas y plantearon
el diseño de la carpeta. Miguel Abad Miró y Ricardo Fuente, de acuerdo con Josefina
Manresa, participaron en la selección de los poemas” Elegía”, “Yo no quiero más
luz”, “Muerte nupcial”, “Cantar”, la trilogía “Hijo de la sombra. Hijo de la
luz. Hijo de la luz y de la sombra” (todos, inéditos), “Vuelo”, “Madre”
(publicados en la revista Verbo, dirigida por ambos, en octubre de 1946
y enero de 1947, respectivamente), “Niño”, “Nana a mi niño”, “Sepultura de la
imaginación” (publicados en la revista vallisoletana Halcón en mayo de
1946), “Égloga”, “Sino sangriento” (tomados ambos de Revista de Occidente,
número 156, de 1936), “A mi hijo” (recogido en la revista, de único número, Estilo,
de Elche, enero de 1947) y “La boca” (revista Punto, de Madrid,
diciembre de 1948). Mientras Miguel Abad Miró diseñaba la portada y Ricardo
Fuente realizaba las viñetas, Gráficas Gutenberg recibía la llegada de los
nuevos tipos Ibarra.
Los
autores destacan “la buena voluntad” del Delegado Provincial de Educación
Popular, Luis Villó Moya, a la hora de la tramitación del permiso (p. 99).
Ramón de Garciasol colaboró también en Madrid. En carta de éste a Vicente Ramos
fechada en Madrid el 19 de diciembre de 1950, le informa de la buena
disposición de Miralles de Imperial, “segundo de la Censura” (p. 99). Ramos
confirma que la autorización para la publicación del libro llegó el 3 de
diciembre de 1950.
El propio Ramos,
responsable junto con Manuel Molina de la carpeta, escribió un artículo con el
título “Poesía, hoy” en la revista alicantina Formación, correspondiente
a los meses de julio-agosto de 1951, pp. 9-10. Destaca el hondo sabor humano,
autobiográfico y telúrico de la poesía hernandiana. Los temas los halla en sí
mismo.
Según Ramos, “la vida,
en su concepción cósmica, la descubre en la madre, en la esposa, centro
generatriz de lo existente” (p. 10). Alaba la trilogía “Hijo de la sombra. Hijo
de la luz. Hijo de la luz y de la sombra”, “uno de los poemas más conseguidos
de toda la poesía de habla castellana” (ibid.).
Vicente Ramos también se
refirió a las gestiones con Josefina Manresa para la edición de la carpeta, en
el tomo I de su libro Alicante, en el franquismo (Historia y memoria),
editado a su costa en Alicante en 1992. Así, la viuda de Hernández autorizaba a
Ramos y a Molina “un libro integrado por una selección de poemas inéditos o
casi inéditos” y el auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y
sombra de lo que eras (p. 257). A continuación, Ramos desgrana el contenido
del contrato de edición suscrito por Josefina Manresa: se estipulaba que del
primero se realizaría una tirada de mil ejemplares, y que Manresa percibiría el
10 % “por ejemplar vendido” (p. 257). Del segundo, el auto sacramental, una
tirada de dos mil ejemplares, con la entrega a Manresa la cantidad de cinco mil
pesetas, “que se le hará efectiva con la aparición de dicho libro. Además, se
le reconoce el derecho a percibir el diez por ciento de cada ejemplar vendido”
(pp. 257-258).
“Defensa del
hernandismo” XXXXX
RECEPCIÓN CRÍTICA
La primera reseña
apareció en el diario alicantino Información con las iniciales L.P. el
21 de julio de 1951, con el título “El primer extraordinario Ifach”.
Un
inciso. En 1976, Vicente Ramos y Manuel Molina dan a la estampa el libro Miguel
Hernández, en Alicante, dentro de la Colección Ifach. La causa que motivó
la publicación del libro no fue otra que el error de María de Gracia Ifach en
su libro Miguel Hernández, rayo que no cesa (Barcelona, Plaza &
Janés, 1975, p. 334, n. 196), sobre la conservación de los restos mortales del
poeta. Por pudor, los autores silenciaron sus gestiones y ahora las sacan a la
luz a modo de “crónica”. Los hechos narrados y la rica bibliografía se ciñen a
la ciudad de Alicante. Piden la erección de un monumento en Alicante al poeta,
objetivo que no consiguieron, y rescatan trabajos tanto de como sobre el poeta
oriolano. Aportan fotocopias de cartas de escritores y amigos durante la
posguerra, pidiendo colaboración para divulgar la obra del oriolano.
En dicho libro (p. 104), Vicente Ramos y Manuel Molina
desvelan el nombre de la persona que se esconde tras las iniciales L.P.: Luis
Pérez Cútoli. Lo recogen en la página 114 de su libro. El 21 de julio de ese
año 1951 publicó una reseña con el título “El primer Extraordinario de ‘Ifach’
”, trascrita íntegramente en pp. 104 y 106.
Ramos y Molina también
revelan en su libro de 1976 que en la reseña no apareció, por motivos de
censura, el título de la carpeta ni el nombre del poeta oriolano, y que se
prohibió su venta pública (p. 103), con la prohibición expresa de citar el
nombre del autor y el título. Dicha carpeta se vendió por suscripción privada,
dada la imposibilidad de exponerla en librerías.
Sobre los poemas de Hernández,
Pérez Cútoli afirma que “asistimos, a lo largo de su lectura, a una superación
de las limitaciones de escuela y de género para quedar frente a una resonancia
universal humanísima de los temas eternos y, particularmente, ante el drama
grandioso del poeta que siente en sí a la especie y traspasa la consciencia de
lo cósmico a la evidencia de cada uno de sus actos; que se siente, a la vez, un
hombre y el Hombre; criatura y semilla de vida”.
Jacinto López Gorgé,
alicantino de nacimiento y residente en Melilla, también publicó una reseña en
el número inaugural de la revista melillense Alcándara, del mismo año
1951, p. 19.
En su apartado “Crítica
de libros”, López Gorgé comenta la publicación de la estupenda carpeta
pulcramente editada por Ramos y Molina, compuesta por quince poemas, unos
inéditos y otros aparecidos en revistas de escasa difusión: “Égloga a
Garcilaso”, “Sino sangriento”, la “Elegía a Sijé” (no es tal, sino la dedicada a
la novia de éste), “Hijo de la sombra”, “Hijo de la luz” e “Hijo de la luz y de
la sombra” que son, según López Gorgé, tres poemas y no uno solo. Resulta una
reseña entusiasta. Recordemos que otros poemas que incluye la carpeta son:
“Cantar”, “Madre”, “Vuelo” y “Sepultura de la imaginación”, entre los que más
han impactado al crítico. Al final de la “reseña”, anuncia los dos libros que Hernández
tenía terminados en vida: El hombre acecha y Cancionero y romancero
de ausencias. Espera la hora de su publicación en “nuestro
maltrecho y monótono panorama”.
El poeta melillense
Miguel Fernández, en el diario El Telegrama del Rif
del 5 de agosto de 1951, con el título “Homenaje a Miguel”, escribe una carta
dirigida al propio poeta de Orihuela. Sobre los poemas incluidos en la carpeta,
Fernández afirma que “leyendo estos últimos poemas tuyos, se habla con un
pueblo, y cuando un pueblo cabe exactamente dentro del corazón por la voz de
uno de sus hombres, llamamos a éste héroe. Héroe, pastor, soldado y poeta,
albañil constante, muro tras muro [...] te recuerdas?”.
Jorge Campos, en “Miguel
Hernández: poesía honda y vital”, publicado en la revista madrileña Índice
de Artes y Letras, número 43, del 10 de septiembre de 1951, p. 7, defiende la
aportación del oriolano: el retorno a la estrofa y la hondura humana de sus
versos. Los temas son el amor y el hijo, con la diferencia de que el amor iba
ligado en él a la maternidad. La trilogía “Hijo de la luz y de la sombra”, y
las “Nanas” son comentadas de forma breve.
Santiago Magariños, en
una entusiasta reseña sin título, publicada en Correo Literario, número 34-35,
del 1 de septiembre de 1951, p. 12, predice que la poesía hernandiana permanecerá
en el futuro. Para Magariños, “los temas que apretuja con pasión su poesía son
temas vulgares, sencillos, corrientes, ¡pero qué diferencia entre el modo de
tratarlo él y el engolado poeta palabrero!”. Más adelante sostiene que “tiene
lo que un crítico acertado ha llamado “un garcilasismo con sangre dentro” y esa
sangre le da sabor de clásico y resonancia eterna”. Valora su “hondura humana”
y su “dolor”. Para finalizar, recogemos unas bellas opiniones sobre la poesía
de Hernández: “Sus versos, como sus sentimientos, comienzan con pluma de cisne
y terminan con estilete de hierro, y su corazón y su alma, a pesar de sus
versos, no pudo cambiar a los hombres ni a la naturaleza” (implícitas
referencias a la Guerra Civil).
Por su parte, Leopoldo
de Luis, en “Poesía de Miguel Hernández”, publicada en la revista Ínsula,
número 71, del 15 de noviembre de 1951, p. 8, sostiene con entusiasmo que
Miguel Hernández es el “primer poeta español nacido de cuarenta y cinco años
para acá”. Otras virtudes que Leopoldo de Luis contempla en Hernández son su
apasionamiento, virilidad, fuerza impetuosa, humanidad, verdad y gravedad,
aunque su obra sea poco conocida en ese momento (1951). Critica la escasa
vigilancia en las pruebas, y los poemas no se agrupan con un criterio
determinado, son de antología. Vaticina que la figura hernandiana será objeto
de estudios y conmoverá a grandes masas de lectores.
María de Gracia Ifach,
en “Poemas póstumos de Miguel Hernández”, artículo publicado en el periódico
valenciano Las Provincias el 27 de noviembre de 1951, p. 10,
alaba la poesía telúrica de Hernández, su voz hiriente, visión no exenta de
cierto paternalismo, guía de los poetas del momento y su magia verbal. Le
adscribe a la generación del 36.
Antonio Vilanova, en “Poemas
inéditos de Miguel Hernández”, recogido en la revista barcelonesa Destino,
número 732, del 18 de agosto de 1952, p. 17, destaca de Hernández el genio
poético espontáneo y potente, la magia verbal y la gracia apasionada, que sobresalen
por encima de sus limitaciones y de su escasa producción de “poeta malogrado”.
Comenta algunos de los poemas publicados
en la carpeta.
A pesar de la corta
tirada de la carpeta y de la escasa o nula difusión que tuvo, mereció la
atención, como vemos, de entusiastas lectores del poeta oriolano, y amigos de
los editores alicantinos.
Aitor L. Larrabide es el Director de la Fundación Cultural Miguel Hernández de Orihuela
Ponencia ofrecida el 20 de marzo de 2019 en la Sede de la Universidad de Alicante
Ponencia ofrecida el 20 de marzo de 2019 en la Sede de la Universidad de Alicante