Centenario de Vicente Ramos

El historiador, poeta, hernandiano y erudito VICENTE RAMOS PÉREZ, nació en Guardamar el 7 de septiembre de 1919. El presente portal lo dirige Ramón Fernández Palmera, correo: ramon.palmeral@gmail.com, con motivo de su centenario. Seminario del 20 al 24 de marzo de 2019 Sede Universitaria Alicante.

viernes, 22 de marzo de 2019

Francisco Mas Magro, en su conferencia: "Vicente ramos y los grupos jóvenes. El grupo Lasser"




 
Francisco Mas-Magro Magro.
“Vicente Ramos y los movimientos jóvenes. El grupo Lasser”.

Vicente Ramos es, sin duda, uno de los intelectuales más importantes del siglo XX, por su significativa biografía académica y por su labor en favor de lo alicantino. Concepto, que él defendió hasta la extenuación.
Es una discusión que ha quedado zanjada y que también compartía Lorenzo Carbonell, el último alcalde republicano, quien dijo: “Nuestro alicantinismo, ha de ser colectivo y de dignidad, de emancipación de este pueblo, dominado por el intrusismo que ha ido anulando su personalidad”. 
En estos días, en los que la confusión campa a sus anchas, hemos de acudir  al nada sospechoso miembro de la Juventud Republicana Alicantina, ubicado en el  Partido Republicano Radical Socialista
Ramos, como Lorenzo Carbonell, elevó el término, otorgándole una personalidad propia,  una dignidad diferenciada e integrada en el concepto de España.
Vicente Ramos, constituía una referencia muy atractiva para un joven, como yo lo era en la época en que lo conocí. Un joven de veinte años, desarraigado de su tierra, estudiante de medicina con aficiones literarias. Un joven que quería ser médico, pero sin renunciar ser poeta.
Dejando a un lado nuestros escrúpulos,  analizamos al homenajeado y vemos una personalidad que levantó un imperio cultural y puso “boca arriba” la literatura, la historia, la política de nuestra tierra. Un hombre de firmes principios que fue cuna intelectual de la mayoría de los jóvenes, universitarios y no universitarios.
La atracción que Vicente Ramos tuvo para los jóvenes de los años sesenta y setenta, la afinidad que ejerció en mí, emanaba de su fuerte carácter,  firmes convicciones,  seriedad y reconocida bondad acogedora.
Sin olvidar que esta atracción de Ramos para los que fuimos jóvenes en aquellos años, fue tanto por compartir, como por no compartir, sus ideas. La controversia intelectual que suscitaba Vicente Ramos, era una muy buena atracción para los que, en esa época culturalmente dictada por el franquismo, sentíamos necesidad de poder opinar.
Ahora bien, para conseguir llegar a Ramos era necesario, previamente, dejar aparcada la ofuscación, la rebeldía, el arrebato que un joven lleva alguna vez consigo. Y esto lo dice una persona que entonces presumía de ser un espíritu bohemio y algo desarraigado. Un joven, en resumidas cuentas.
No hacía falta titulación alguna, para acceder al profesor. Ningún título especial para llegar a su consejo. Ninguna condición para poder ser aceptado por él, recibir su amistad o su orientación.
De la misma forma que no hace falta ser un erudito para encontrarse con Vicente Ramos en una mínima incursión bibliográfica.
Intentando confirmar lo dicho, en una búsqueda simple, encontré un trabajo de Aitor Luis Larrabilde Achútegui. Un estudio titulado, “Miguel Hernández y la crítica”. Se trata de una Tesis doctoral presentada en la Universidad de León. 1997. En la página 560 podemos leer.
La década de los cincuenta se inicia con la edición de varias obras hernandianas que incidirán en el número de estudios. Ya no sólo son amigos del poeta los autores de los trabajos, sino colegas y exiliados espontáneos que se comunican rápidamente las noticias que les llega de España. Las revistas alicantinas se responsabilizaron en los años 1951 y 1952 de la difusión de tales ediciones, con Vicente Ramos y Manuel Molina a la cabeza”.
Tras examinar este párrafo, deducimos que, gracias a estos nuestros maestros poetas (Ramos, Molina, Azuar, Mojica), Miguel Hernández fue creído y leído por otros  autores.
Importante condición para un joven, que era el que os habla,  cosecha de la posguerra.
La figura de Vicente Ramos aparece, pues, como la eminente personalidad que pocas veces puso reparos a mis consultas. 
 En la biblioteca Gabriel Miro, cuando se encontraba en la calle San Fernando,  en el jardín del recinto, junto a la magnífica escultura de José Gutiérrez, “mujer leyendo”, una mañana en la que me encontraba escribiendo uno de los guiones de “Lasser, revista oral de la poesía”, vino a mí con un pequeño libro.
En un apartado me lo entregó y me dijo: “Léelo, léelo tranquilamente, son los poemas “prohibidos” de Miguel. Miguel Hernández. No se lo dejes a nadie y me lo devuelves”.
Y tuve el honor de leer el libro, con avidez, con respeto, con la devoción con la que un enamorado lee las cartas de su novia.  Con la emoción de quien era consciente de que, más allá de aquel recinto de cultura, en la calle, la libertad era una utopía.
Y, aquellos poemas, eran de un poeta maldito. Prohibido, aquel libro lleno de dolor; dolor de pasión rota; dolor de hombre vapuleado; dolor escrito en sus palabras y que no disimulaban  el resentimiento de alguien que había sido engañado por unos y por otros. Eran los versos de un poeta ya rendido.
Observando, Ramos, la emoción suscitada por su lectura, me dijo a continuación: “Paco, tienes alma de poeta”.
Y, con la ilusión del principiante, sintiendo que el destino me había derivado a la medicina, notando el alma llena de florituras poéticas, me lo creí.
 Me da igual que el poeta fuera a ser, en realidad, un médico geriatra que ejerció su profesión más de cuarenta y dos años. Su palabra me llegó al corazón y, desde el rincón que el alma había reservado para el poeta, le tome la palabra.
Vicente Ramos fue un gran valedor de la juventud, de la juventud creadora. Desde su posición como profesor de Filosofía, o desde el Instituto de Estudios Alicantinos, o desde su despacho en la Biblioteca Gabriel Miró.
Y hablo hoy, como si lo hiciera el joven de hace cincuenta años.
De manera que, si repaso mis “relaciones” culturales, las de entonces, la mayoría pasan por Vicente Ramos.
Fue el profesor Ramos quien me presentó, en el acto homenaje que el Instituto de Estudios Alicantinos ofreció a Azorín, en Monóvar, un 20 de mayo de 1973, al célebre poeta José García Nieto.
En aquel acto, el joven Mas-Magro, leyó una comunicación: “Una nota muy breve en la vida de Azorin”, junto a personas de la importancia de José Ferrándiz Casares, Miguel Martínez Mena, Manuel Ruiz-Funez, Adrián Espí, Vicente Mojica o Manuel Molina.
Gracias a Vicente Ramos.
Mi amistad con  José A. Cia, emana de Ramos. Mi conocimiento de la obra de Miguel Signes, proviene de Ramos.
Mi amistad con Alfredo Gómez Gil, fue en una cena, exprofeso, preparada en su casa por Manolita Moya, su esposa. Simplemente le había comunicado a Don Vicente mi interés en hacerle una entrevista para Lasser, revista oral de la poesía.
Lo cierto es que, en casa de Vicente Ramos, cualquier cosa se transformaba en cultura. Esa vez, Alfredo fue la excusa. “Te presento a Alfredo Gómez Gil”.  Alfredo, distinguido profesor, había regresado de los Estados Unidos hacía bien poco,
Aunque, realmente, a Alfredo lo había conocido por vez primera en la Caja de Ahorros Provincial. Fue en 1972, donde acudió para presentar “Desde el Arca del Profeta”,  poemario ilustrado por José Antonio Cía.
Y, Lasser. Permitanme que hable un poco de este “curioso grupo” en palabras de un prestigioso poeta,
EN 1969, Juan de Loxa, era el gran poeta  de Granada.
Juan de Loxa, amigo, compañero de correrías poéticas por la ciudad de la Alhambra, era el director de la revista “Poesía 70”, y su gran labor fue implicar, en aquellos tiempos difíciles para la cultura, a los jóvenes en la poesía  y conseguir que llegara a todo el pueblo.
Pues bien, yo colaboraba en su revista y compartía con él  tertulias interminables que comenzaban en Puerta Real, en la Taberna del Elefante, y acababan en la ribera del Darro. En aquel tiempo éramos jóvenes y se aguantaba bien el frio de la noche.  
Juan de Loxa me empujó a crear en Alicante un grupo de poesía y una revista. Y así llegué con el proyecto y creamos, José Ramón Celdrán  y yo, la revista de poesía a la que quise llamar “Lasser”, en memoria de nuestro Miguel Hernández.
Y fue Radio Popular de Alicante donde fuimos acogidos por mi buen amigo Felix Parreño, su director.
En Alicante, corrían diferentes corrientes culturales.  Eran, en realidad,  influencias político-culturales, otras fundamentalmente culturales, otras de franca dominancia política.
Y todo ello en medio de la realidad dominaba por una sola idea, la que se dictaba desde el poder.
Yo sentía la necesidad de aunar estas, con el fin de llegar a una fuerza capaz de hacer sombra al pensamiento único dominante.
Así que, desde Granada, en las primeras vacaciones que tuve, regresé a Alicante con mi única obsesión.
Había jóvenes poetas nacidos del  espíritu de la nueva universidad de Alicante; otros grupos en Elche, en Orihuela y en Alcoy. Otras personas ya con su prestigio elaborado, como Enrique Cerdán Tato, o Ernesto Contreras.  Y estaban los reconocidos y situados en la propia cultura: Azuar, Molina, Mojica o Ramos.
Lasser quiso ser el milagro que pusiera en una sola vía el movimiento cultural.   Puesto que en plena dictadura, donde hablar estaba prohibido, prohibido manifestar las opiniones; TAMBIÉN era una época en que la cultura era el medio de concienciación popular, vehículo de la libertad, hubiera sido lógico vencer las diferencias y trabajar juntos, buscando acabar con la mordaza del sistema, transformando la cultura en progreso.
Y Lasser nació y creció y, situándose en  el centro del problema, se encontró con  el dilema de entender por qué ciertos grupos, grupos de poesía fundamentalmente, se posicionaban si no frontalmente, sí lateralmente, contra nuestra manifestación de vanguardia.
Nosotros entendíamos que el conocimiento de los grandes maestros de nuestra tierra, el conocimiento de Miguel  Hernández, idolatrado por todos, debería ser causa de orgullo común y camino  único hacia una libertad soñada.
Y conocíamos bien el trabajo de cada uno de los que estaban en la vanguardia cultural del momento.
Del mismo modo que sabíamos que de no ser por Molina, Mojica Azuar o Vicente Ramos, probablemente Miguel hubiera acabado en una fosa común y su recuerdo, proscrito entonces, desconocido por jóvenes y viejos en el tiempo.
Y Lasser, que se manifiesta hernandiano en época tan difícil como absurda, encontró en Vicente Ramos el apoyo que necesitaba un grupo de poetas jóvenes.
Impulso y protección necesaria para una idea que, al tiempo, se transformó, con la incorporación de otros miembros, como el grupo “La Pedrada”, de música popular, comprometida en las voces de Paco Armengol o Fernando Celdrán, en grupo Lasser de cultura.
Y para Lasser, hablar de cultura era, hablar de Manuel Molina, de José Albi, Juan Ramón Giner, Vicente Mojica, Félix Pillet, o Rafael Azuar, de nuestro querido Enrique Cerdán Tato, de  Mario Martínez o de Ernesto Contreras… O darle un premio a la jovencita Consuelo Jiménez de Cisneros, quien ya apuntaba a sus catorce años.
Teníamos pues claro que no era momento de elevar por encima de nuestras cabezas  viejos problemas, y sí de trabajar en las necesidades, reconociendo las distintas realidades.
Es difícil olvidar que los momentos de convivencia con el filósofo,  historiador, poeta, Vicente Ramos Pérez,  siempre fueron ganancias, porque su palabra contenía notables cargas de enseñanza y era un hombre que con educación  educaba.
Así que, Lasser, grupo independiente, de conciencia  liberal, coincidió con el espíritu liberal y republicano de Vicente Ramos.
Y es necesario recordar el espíritu que orientaba a Lasser.
Si revisamos el currículo de aquellos a los que llamé para formar parte de Lasser, la pluralidad ideológica, política, cultural era absoluta, en el contexto de un régimen autoritario e intransigente.
Convoqué a comunistas, a socialistas, a demócratas cristianos, y todos convivíamos por una sola razón: La promoción de la  cultura. La consecución de una cultura popular única y libre.
La historia está para recordarla y valorarla en su integridad. Y la memoria histórica ha de servir para juzgar ecuánimemente y construir valores positivos.
Todo esto, Francisco Moreno Sáez y Juan Martínez Leal, lo escriben, con coherente neutralidad, en su libro “Dictadura, desarrollismo y cultura”.
Vicente Ramos, representa, pues, la figura acogedora e impulsora de nuestras  inquietudes culturales. Y de las inquietudes de cualquier joven deseoso de entrar en el conocimiento de las letras o de la historia.
 Repito, Ramos, acoge con positiva intención el proyecto de Lasser. Y en Ramos Lasser encontró el consejo y la orientación, que era lo que el grupo necesitaba y que fue aceptada por todos sus miembros, en su pluralidad ideológica.
Y Lasser no fue a más, por aquellas rivalidades.
Recordemos algo de Lasser.
Ademas de sus programas de poesía. Además de su humilde revista en papel “Aixará”. Además de los recitales y actividades culturales extendidas por toda la provincia, Lasser tuvo otras importantes acciones.
Alicante debió a Lasser la “I Exposición de Poemas Ilustrados”, abierta el 31 de julio de 1971, en Tur Social.
Se logró integrar a 27 poetas de toda índole y condición, desde  Vicente Ramos a Vicente Molina Foix, con la creación ilustrativa de otros tantos pintores de la provincia, desde Carmelo López de Arce, a Gastón Castelló.
 Estamos hablando de la que fue la primera manifestación de Integración Cultural de nuestra provincia.
La manifestación se repitió en 1972.
Y esto se pudo hacer, a pesar del duro boicot elaborado y debidamente servido por algunos. Y se pudo salvar ésta, la manifestación cultural inédita en Alicante, gracias a la posición de Vicente Ramos y una carta a un periódico, que me vi obligado a escribir.
Poco después, el 21 de agosto, de 1971, Lasser organizó en el Castillo de Santa Bárbara, algo tan insólito en aquellos momentos como el  “I Aplec de la Canço popular al País Valencià”. A esta reunión  fueron invitados los más importantes cantautores de la comunidad, comprometidos con la libertad.
O bien, Lasser organizó el “Análisis de la Cultura” en Alicante. En la librería Laos, en la trastienda, se debatió la necesidad de una cultura democrática, abierta, normalizada y operante”. Lo escriben en su libro, Moreno Saez y Martinez Leal, “Dictadura, Desarrollismo y Cultura”, pag. 615.
Y Vicente Ramos puntualiza en su “Alicante en el franquismo”, tomo II, pag. 360,  “….se acordó que fuera el grupo Lasser …/… menos señalado políticamente, quien impulsara el Análisis”.
Un claro ejemplo de la intención  de un  grupo, capaz de sortear las censuras y promover actos no imaginables en aquellos años de rigidez institucional.
Por todo lo dicho y por muchas más cosas, por reconocimiento a quien amó a su tierra como pocos, el que les habla se siente honrado de haber disfrutado de su amistad.
                  







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