Centenario de Vicente Ramos

El historiador, poeta, hernandiano y erudito VICENTE RAMOS PÉREZ, nació en Guardamar el 7 de septiembre de 1919. El presente portal lo dirige Ramón Fernández Palmera, correo: ramon.palmeral@gmail.com, con motivo de su centenario. Seminario del 20 al 24 de marzo de 2019 Sede Universitaria Alicante.

sábado, 23 de marzo de 2019

Vicente Ramos Pérez, precursor de la enseñanza del español en Suecia y traductor de la poesía sueca al español en los años 50, por Emilio Quintana pareja






                      (Francisco Más Magro lee la ponencia de Emilio Quintana)
                        Día 23 de marzo 2019
                     Seminario Homenaje a Vicente Ramos




Vicente Ramos Pérez, precursor de la enseñanza del español en Suecia y traductor de la poesía sueca al español en los años 50

Emilio Quintana Pareja
(Ponencia leída por Francisco Mas Magro)


La estancia de Vicente Ramos Pérez (Guardamar, 1919 Alicante, 2011) en Suecia nos ha dejado dos obras de una calidad y originalidad singulares: la primera es el libro Viaje a Estocolmo (Alicante, Manuel Asín, 1962), que, a mi entender, es uno de los mejores en su género, escritos por un español sobre estas tierras hiperbóreas, junto con vacaciones en Suecia,  del Sr. López Chícheri,  una década anterior. De Viaje a Estocolmo se imprimieron solamente 300 ejemplares (yo tengo  uno), y me parece que sería buena idea volver a publicarlo con unas cuantas notas que lo pongan en contexto.

Su llegada a  Suecia fue bien curiosa. Vicente  Ramos se  había ganado una merecida reputación  como experto en la vida y obra de Gabriel Miró, cuya casamuseo  dirigía. En el verano de 1957 recibió   la    visita    de    un    grupo   de universitarios  suecos. Mateo PastorLópez, que era lector en la Universidad de Lund, y su mujer Estrid Karlsson (“notable hispanista y querida amiga”, como la llama), lo invitaron a pasar una temporada dando clases en Estocolmo.

Ramos aterrizó  en  Arlanda (su  aeropuerto más importante) a  principios de  1958 e inmediatamente se puso a dar clases de lengua y literatura españolas en la Universidad de Estocolmo,  reclamado por el benemérito profesor y romanista Bertil Maler. Una vez que terminó los cursos regresó a España en junio del mismo año. Sin embargo, ante la insistencia de sus amigos olmenses  (que así hay que llamar a los habitantes de Estocolmo), aceptó pasar  en  Suecia el  curso  académico 19581959,  ampliando la  docencia con cursos monográficos en el Instituto Iberoamericano, y dando charlas y conferencias en diversas entidades educativas, como la Borgarskolan, la Sveriges Radio o la Universidad de Uppsala, a la que lo invitó otra gran profesora romanista: Carin Fahlin.

Ramos nunca  terminó de sentirse cómodo  en Suecia. Echaba  mucho de menos su tierra alicantina, pero aprovechó  como pocos la estancia para estudiar el país, para escribir y publicar los artículos que recopila en Viaje a Estocolmo,  y para preparar una excelente antología de Poetas suecos contemporáneos, en colaboración  con Greta Engberg (1922), y que apareció publicada en la Editorial Adonáis (Madrid, Adonáis, 1960).

Viaje a Estocolmo (1962) se compone de treinta capítulos, y lleva prólogo de José María Pemán, que estuvo de visita en Suecia en octubre de 1958, donde coincidió con Ramos, que fue su cicerone. Nos queda el testimonio de una foto tomada en la zona del puerto, al final de los Jardines del Rey, con grúa al fondo. El libro no tiene desperdicio. Como profesor de español en el Instituto Cervantes de Estocolmo siempre me ha llamado la atención esta observación que aparece en la página 123 del libro, y que he citado en varias ocasiones, puesto que es muy atinada. Dice Ramos:


Hasta llegar al nivel de una mínima y necesaria confianza, el ejercicio docente está lleno de dificultades y desesperanzas. Resulta, en principio, casi imposible establecer diálogo con el alumno, primero, porque teme cometer alguna falta, y, segundo, porque no se presta así lo confiesan a ser sujeto de críticas ajenas. Ante estas dos posibilidades, prefiere guardar silencio.

Recuerdo a un amigo  y compañero, nacido en Castellón, que, recién llegado  a Estocolmo, vino a suplicarme que le sustituyera en sus clases, pues no podía soportar el hermetismo de sus alumnos. La rigidez de aquéllos con quienes tenía que conversar en español, le desató una auténtica crisis nerviosa. Le ayudé. Me encargué de aquella clase y, al poco, tranquilizado,  pudo mi amigo reemprender  la docencia.


Son palabras simples y honestas, que siguen teniendo vigencia. Doy fe de ello.

El libro está lleno de momentos brillantes. Destacaré algunos de los que más me llaman la atención: la visita a Sigfrid Siwertz, que vivía en la céntrica calle de Birger Jarlsgatan, que le elogia a Lope de Vega, Cervantes y García Lorca, los párrafos dedicados a la deriva de la juventud sueca (extraviada en el sexo y el alcohol), en la línea de lo que varios escritores y  cineastas italianos estaban haciendo en  la  misma época (basta  con recordar el libro y la película   “Suecia, Infierno y paraíso”), las páginas dedicadas a Pemán (“días  maravillosos, jornadas memorables”), o esa parte final del libro en la  que se centra en las relaciones hispanosuecas, siempre  con una observación afortunada,  con  una  mirada inédita (paseos con amigos como Carlos Oroz, Joaquín Herráiz, o Juan Carbonell, pero también  con escritores suecos como Olle Hedberg o Marten Edlund). Joaquín Herráiz, por ejemplo, que había llegado a Suecia en los años  20,  becado  por la Institución Libre de Enseñanza y que se había quedado debido a su matrimonio, organizaba, extravagantes concursos  como el de la “Señorita Apelsin” (“Miss  Naranja”), concursos de belleza que servían para fomentar el comercio de cítricos hispanosueco, y para pasarlo bien. El libro contiene  semblanzas  de hispanistas  emblemáticos  como Magnus  Mörner, observaciones sobre la vida diaria, pero también sobre un tema obsesivo en la visión tradicional de los españoles sobre Suecia: la liberación femenina, la mujer liberada e independiente.

No quiero extenderme  más. Apenas he esbozado algunas  ideas sobre la inmensa labor intelectual y humana de Vicente Ramos Pérez en su corta pero intensa estancia sueca. Para mí es un privilegio que se me haya dado la oportunidad de adherirme a este Homenaje a un hombre que he descubierto muy lejos de mi tierra natal, pero que sigue siendo una fuente de sorpresas y de descubrimientos para mí. Agradezco a los organizadores del Homenaje que me hayan permitido dirigirles estas sucintas palabras.


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