Vicente Ramos Pérez y la poesía. Por María Consuelo Giner Tormo
María Consuelo Giner Tormo |
domingo, 9 de junio de 2019, 22:37
En 2019 se ha cumplido el centenario del nacimiento de Vicente Ramos Pérez (1919-2011), nacido en Guardamar del Segura (Alicante). Fue un historiador de renombre, político y uno de los pensadores más destacados del panorama cultural español. Miembro de la Real Academia Española, de la Real Academia de la Historia, y de la Real Academia de cultura valenciana. Tiene muchos libros vinculados a su profesión de historiador, intentando perpetuar la Historia de Alicante, como lo demuestran los siguientes títulos:
El Teatro Principal en la Historia de Alicante (1847-1947), de 1965.
Crónica de la provincia de Alicante, 1979.
Historia de la Diputación Provincial de Alicante, 2000. Etc.
Pero hoy quisiera darlo a conocer como poeta[1]. Tiene unos libros, tanto en verso como en prosa poética, que son una maravilla y en los que, por cierto, hace múltiples alusiones y comparaciones a la música. Voy a exponer, por orden de fechas[2]:
Pórtico auroral, fue su primer libro de versos en prosa, escrito en 1943. Tiene dos prólogos poéticos, titulados Preludio y Obertura.
Voz derramada, del año 1946, micropoemario escrito en prosa poética. En su trabajo titulado “breve psalterio”, inspirado en el Salmo 45, 2, dice: “...Brotó en mis labios la flor pura de una canción, canción sin palabras, quebrada en el hondo suspirar del alma”.
Cántico de la Creación y del amor, 1950, es el tercer poemario escrito en su juventud y como él mismo explica “se trata de satisfacer una necesidad espiritual; responde a mi ferviente deseo de expresar poéticamente un anhelo religioso, fundamentado en una concepción del hombre vinculado al Ser Transcendente”, donde hace unas aportaciones bellísimas vinculadas a la Palabra y a la Música. Ya el prologuista, Santiago Moreno, dice: “Canción infinita de celestial poesía es este Cántico de la creación..., cuyo autor es Vicente Ramos, ha edificado, como a su propia alma, con sólidos fundamentos eternos”. La verdad es que este libro me ha fascinado y pienso que valdría la pena reeditarlo, como el mejor homenaje que se podría hacer. Fíjense ustedes, en el número 7, del Canto 1, inspirado en San Juan de la Cruz “Avisos y sentencias” <<Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y esta habla siempre del eterno silencio, y en el silencio ha de ser oída del alma>>, titulado La Palabra, en el que hace unas comparaciones con términos musicales preciosas:
Como buceadora de espacios,
bisturí de los cuerpos o cosas,
lluvia gota a gota
calando hasta las más hondas simas.
La Palabra revela
las últimas profundidades del ser
abierto dulcemente
en acorde musical.
Eterna playa donde hay cadencias
de besos incansables,
ritmos de olas blancas,
azules,
rojas,
lívidas,
blancas, otra vez. Y siempre.
Pero la palabra única,
la blanca más blanca
la radiante,
la hermosa,
la Palabra que no conoce el silencio
es la Ingénita y melódica.
Tú eres esa Palabra,
Palabra que habla en sí
y despierta
y abre los secretos de las cosas
en un magno soliloquio
de llena y fecunda soledad.
Oh, Dios,
qué arcanos alumbarías
cuando de tu boca, sin contorno,
surgió la Palabra,
esa:
Ingénita
Melódica.
No tiene desperdicio este bellísimo poema.
Fábulas de la mañana y el mar, 1959, en prosa poética, también. En “Donde Alone habla de los alicantinos”, hace apreciaciones estéticas sobre los alicantinos, muy interesantes. Dice, en la página 86: “¿Predominio de lo sensible sobre lo inteligible? Alone así lo afirma. El alicantino tiene más desarrollada la sensibilidad que la razón. No es rico en ideas; sí en afectos y emociones. ...En el alicantino es innato el sentido estético. Julio Vargas escribe en <<Viaje por España>> (1895) que <<Alicante es artista, quizás sin darse cuenta de ello>>. Subconciencia que fulgura en la obra de sus pintores, de sus músicos, de sus escritores. ... De todas las artes, acaso sea la música la que más entusiasmo ha despertado en los alicantinos”.
Y, para terminar, sólo comentar que los músicos solemos decir que la mejor manera de homenajear a un compositor es tocar su obra, editarla. Yo sugeriría, como homenaje póstumo, dos actuaciones:
Reeditar sus tres primeros poemarios y si tiene que ser sólo uno, el de Cántico de la creación y del amor, por hacer un autorretrato de su alma. Y solicitar una placa al Ayuntamiento. Lugar: última vivienda alicantina.
Fdp.: Mª Consuelo Giner Tormo
Directora de "El Monárquico"